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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Si, señores, ¡vivan las Juntas! exclamó uno, levantándose . Yo me sé de memoria aquel papel que echó a la calle la de Córdoba, diciendo... Óiganme: «¡Cordobeses: los reinos de Andalucía se ven acometidos por los asesinos del Norte; vuestra patria va a ser oprimida bajo el yugo de un tirano; vosotros mismos seréis arrancados de vuestros hogares y de vuestras casas.
Declaró el preopinante que era la pura verdad todo cuanto yo había dicho; añadió en respuesta a una pregunta que alguien le hizo, que el hombre del chirlo en la cara había vivido en el lugar con el nombre, indudablemente supuesto, de Pedro González que constaba en su cédula personal, y que con ése se le había registrado, ya muerto, en el libro correspondiente; alegréme yo de ello, y de seguro se alegraría Facia, que lo oía, mucho más... y se acabó aquella conversación sin meternos en otra nueva, porque se había acabado también la comida, apremiaba el tiempo y tenían mucho que andar los comensales forasteros para volver a sus hogares los unos, y los otros para terminar su jornada.
«Busquemos otro campo!» Mil voces contestaron..... ¿Pensais que derramaron Un llanto femenil? En mísero abandono Sus hogares dejaban, Y tan solo esclamaban: «Libertad ó morir!» Antes que como infames Doblegar la cabeza, Supieron con firmeza Sus cabezas erguir. Y dejaron la Patria Y á las naves subieron, Y otra vez repitieron: Libertad ó morir.
No importa que sucumban a cientos, a millones, tus hijos en lucha tremenda y desigual y su preciosa sangre se vierta y forme mares: no importa, si defienden a tí y a sus hogares, si por luchar perecen, su destino fatal.
De Goethe se dice que antes de cumplir los ocho años escribía en alemán, en francés, en italiano, en latín y en griego, y pensaba tanto en las cosas de la religión que imaginó un gran «Dios de la naturaleza», y le encendía hogares en señal de adoración. Con el mismo afán estudiaba la música y el dibujo, y toda especie de ciencias.
Como ya eran muy cerca de las diez y no duraría el funeral menos de dos horas, y los forasteros habían de volver a sus hogares después de comer en el mío, y las tardes eran muy cortas, nos pusimos en marcha inmediatamente, acompañándonos Neluco y también su hermana y Mari Pepa, muy enlutadas. Al viejo Marmitón no le permitimos salir de casa.
Pero nadie se acercaba tampoco. Los habitantes de la villa estaban todos recogidos en los cafés y teatros, o bien en sus hogares haciendo bailar a sus hijos sobre las rodillas al amor de la lumbre. Seguía cayendo la nieve pausada y copiosamente, decidida a prestar asunto al día siguiente a todos los revisteros de periódicos para encantar a sus aficionados con una docena de frases delicadas.
La de verme solo en los ámbitos enmudecidos y yertos de la casona, alcázar de mi flamante y patriarcal señorío, en el pobre terruño de «mis mayores». Todo me resultaba ancho, todo me sobraba allí y todo se me venía encima, como si estuviera edificado en el aire, desde que se había vuelto a sus hogares la familia del viejo Marmitón.
Así que lo cortaron, después de tenerlo algunos días en la vega en pequeñas pirámides que llaman cucas, lo acarrearon á las casas. Reinaba en la aldea gran animación. Chillaban los carros por los caminos; derramábase la gente por las eras; cantaban los mozos en los castañares sacudiendo con sus varas largas el erizado fruto; ahumaban los hogares.
Entonces tu alma enseña envolverá tu suelo, tus plácidos hogares con ella se ornarán, de oro, de azul y grana se teñirá tu cielo, y oro y azul y grana tus campos mostrarán. Tus ínclitos donceles, tus vírgenes amadas celebrarán ansiosos tu página inmortal; y temblarán tus montes, rosales, y cascadas a los melífluos sones de tu himno nacional.
Palabra del Dia
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