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Actualizado: 23 de junio de 2025
Sin embargo, no quiere Colón que sean arrebatados de sus hogares, «puesto que son propiedad del Rey y de la Reina.» Empero de sus labios se escapan estas palabras, harto significativas: «Son seres tímidos y nacidos para obedecer; harán cuantos trabajos se les manden. Bastan tres de los nuestros para poner en dispersión á mil de los suyos.
En torno de aquellos hogares humeantes moraban muchos seres que no habían tenido la curiosidad perversa de bajar a la calle para verme pasar, y que ahora tampoco rodeaban el patíbulo para verme morir. Me sentí profundamente conmovido.
Grupo de hombres, medio desnudos y blandiendo los machetes y las teas, penetraban en los hogares lanzando feroces gritos de ¡Vivan los negros!, ¡mueran los blancos!, y todas aquellas personas que intentaban oponer la más leve resistencia, eran maltratadas.
Y truena y retumba la voz de combate, despierta Granada; sus puertas se abren, y el rey con sus nobles y sus estandartes, y moros sin cuento, jinetes é infantes, allá por Elvira rebosan y parten, y cruzan la Vega, y allá adonde arde incendio terrible de mieses y hogares, rugiendo adelantan por sotos y valles.
Que siquiera deseen para sus hijos mejores tiempos que los que ellos alcanzan; porque no importa que hoy el caníbal de Buenos Aires se canse de derramar sangre, y permita volver a ver en sus hogares, a los que ya trae subyugados y anulados, la desgracia y el destierro. Nada importa esto para el progreso de un pueblo.
Dentro de las casas reinaban, por el contrario, la animación y el bullicio, por estar recogidos los habitantes todos al amor de los hogares, donde ardían encinas enteras. Fuera, todo estaba congelado, incluso la guerra, que había dejado de moverse en el campo para latir en el corazón de las viviendas.
Pero nadie se acercaba tampoco. Los habitantes de la villa estaban todos recogidos en los cafés y teatros, o bien en sus hogares haciendo bailar a sus hijos sobre las rodillas al amor de la lumbre. Seguía cayendo la nieve pausada y copiosamente, decidida a prestar asunto al día siguiente a todos los revisteros de periódicos para encantar a sus aficionados con una docena de frases delicadas.
En tiempos de calamidad general, de epidemia, ó de escasez, nadie había tan llena de abnegación como Ester: en los hogares invadidos por la desgracia, allí entraba ella, no como huésped intruso é inoportuno, sino como quien tiene pleno derecho á hacerlo; cual si las sombras que esparce el dolor fueran el medio más adecuado para poder tratar con sus semejantes.
Este afeite, ideado para dar mayor realce a los ojos, daba al rostro femenil una expresión de voluptuosidad irresistible para los moros españoles, y nunca fué posible arrancar este uso hasta que aquella infeliz nación fué descuajada de sus hogares.
Por fin Dios le mandó en carne mortal, cuando los esposos empezaron a quejarse de la Providencia y a decir que les había engañado. Día de júbilo fue aquel de Septiembre de 1845 en que vino a ocupar su puesto en el más dichoso de los hogares Juanito Santa Cruz. Fue padrino del crío el gordo Arnaiz, quien dijo a Barbarita: «A mí no me la das tú. Aquí ha habido matute.
Palabra del Dia
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