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Actualizado: 23 de junio de 2025
En «los hogares de los nobles y de los ricos», á los criados y á los subalternos arrogantes. En «los palacios de los príncipes», á los que los custodian y á cuantos van allí de visita. En «los cementerios», á los parientes verdaderamente afligidos y á los herederos que aparentan estarlo». Los consejos de este viejo «Manual», un poco pueril, son, en el fondo, de una exactitud insuperable.
Sólo en los alrededores de la plaza vió sentadas algunas mujeres, como en las tardes plácidas de otros veranos. La mitad del vecindario había huído; la otra mitad permanecía en sus hogares, por rutina sedentaria, engañándose con un ciego optimismo.
...Y á estas horas gritarán de entusiasmo lo mismo que los de aquí, creerán de buena fe que van á defender su patria provocada, querrán morir por sus familias y hogares que nadie ha amenazado. ¿Quiénes son esos, Tchernoff? preguntó Argensola. Le miró el ruso fijamente, como si extrañase su pregunta. Ellos dijo lacónicamente. Los dos le entendieron... ¡Ellos! No podían ser otros.
Estaban divididos los cordobeses en cesarianos y pompeyanos: los pompeyanos querian morir bajo las ruinas de la ciudad antes que entregarse á César; los cesarianos conspiraban sin tregua contra los pompeyanos; rompieron en un momento dado los dos bandos; y perecieron no solo los principales cesarianos, sino hasta sus hogares y sus hijos.
Entonces, si el que llega mojado de la lluvia o transido de frío, ya de la calle, ya del campo, alza los ojos al cielo para darle gracias por hallarse tan bien, se halla mucho mejor y tiene que reiterar las gracias, al descubrir aquella densa constelación de chorizos y de morcillas, cuyo aroma trasciende y desciende a las narices, penetra en el estómago y despierta o resucita el apetito. ¡Cuántas veces le he saciado yo, estando de tertulia, por la noche, en torno de uno de estos hogares hospitalarios!
Durante largos años estuvo Lope enlazado con ella por un afecto tranquilo y pacífico, como conyugal, bien diferente de sus otras tormentosas pasiones. Es esta una época de grandes viajes para nuestro poeta, pues suele tener establecidos sus dos hogares en poblaciones distintas. Su mujer, con quien oficialmente vivía, residió en Madrid hasta 1604 y en Toledo de 1604 a 1610.
En torno de aquellos hogares humeantes moraban muchos seres que no habían tenido la curiosidad perversa de bajar a la calle para verme pasar, y que ahora tampoco rodeaban el patíbulo para verme morir. Me sentí profundamente conmovido.
Así, cuando llevan vida nómada, sus hogares cambian de la noche á la mañana, en cuanto al lugar, y son siempre establecidos en los sitios mas solitarios; y cuando se ven forzados á una residencia fija construyen sus habitaciones del modo menos ostensible, á fin de burlar la vigilancia social.
Se comparó a los admirables anacoretas de la Tebaida, y tuvo por seguro que en los tiempos venideros su historia sería leída en hogares y refectorios para edificación de las almas. Las religiosas de Toledo habíanle puesto en el zurrón algunos libros de mística.
Para entrar en ella les fue preciso cruzar por entre los grupos de campesinos, que abandonando sus hogares, acudían a saber de doña Inés. Subieron al cuarto de la enferma, que vencida ya por la dolencia, no pudo conocerles, y considerando ambos la situación gravísima, cada cual obró como quien era.
Palabra del Dia
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