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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Sublime abrazo inmenso Rodeado por las balas, En medio al humo denso; Bajo las negras alas De la terrible muerte Y con la sien inerte Ceñida de laurel! Y al abrazar la tierra Con ánimo esforzado, Su alarido de guerra Por el viento llevado Resonó en los hogares, Y en los undosos mares, Cual voz de redencion.
El Capitán, los dos jóvenes y el marinero desembarcaron armados de sendos fusiles, y tras de ellos los chinos conduciendo a tierra la leña, las pailas, los arpones y las espumaderas. A corta distancia de la orilla Van-Stael indicó dos pequeñas construcciones circulares formadas por pedruscos y que podían servir muy bien de hogares. Los salvajes las han respetado dijo. ¿Qué es eso? preguntó Hans.
Falto de víveres y sobre todo de un gefe, fue pasando de la abundancia á la escasez, de la escasez al hambre, del hambre á la anarquía. No pudo, al fin, sufrir mas: tuvo que apelar á la piedad del vencedor, y hasta en ese momento fue el mas desdichado de los pueblos. No obtuvo de él sino la vida, no obtuvo siquiera el derecho de permanecer en sus hogares, de conservar su hacienda.
Sin embargo vosotros, cristianos de Córdoba y Sevilla, ¿no debísteis entonces á este mismo rey Abde-r-rahman la seguridad y defensa de vuestras haciendas, de vuestras hijas y esposas, de vuestros hogares y de vuestra fé?
En tanto, cerca del promontorio de San Marín balanceábase un buque del Estado, arrojando de sus entrañas de hierro, entre sordos mugidos, espesa columna de humo que el fresco Nordeste impelía hacia la ciudad, como si fuera el adiós fervoroso con que se despedían de ella, y de cuanto en ella dejaban, quizá para siempre, agrupados junto á la borda, los valientes pescadores santanderinos, arrancados de sus hogares por la última leva.
Yo hablé con hombres de estos, recién llegados al valle tras de muchos meses de ausencia de él, y no hallé la menor diferencia que los distinguiera en el vestir ni el hablar, ni en la manera de conducirse en todo, de sus otros convecinos; ni tampoco he hallado después, buscándolas de intento, muy notorias señales de que les interese, fuera de sus hogares, más que el asunto que los saca de ellos, como si sólo tuvieran ojos y corazón para ver y sentir el terruño nativo.
A ese clero que condena a la tisis del hambre a dignos comerciantes, a padres de familia; a ese clero que dispersa los hogares y hunde en alcantarillas inmundas, mal llamadas celdas, a las vírgenes del Señor, y que entiende que las entrega a Jesús entregándolas a la muerte.
Mi modo de vivir me conduce muy rara vez a sus vastos hogares, para sentarme alli al rededor del fuego con sus vasallos; pero los senderos que se dirigen a dichos castillos me son muy conocidos desde mi infancia. ?Cual es el que os pertenece? Poco te importa. iY bien! perdonadme mis preguntas; pero dignaos estar mas alegre.
El misterioso fondo del mar, producto de tantos ensueños, se aparece; y allí, sorprendentes, llenas de movimiento, de vida, en el secreto de sus hogares, vense sorprendidas tribus que se creían muy abrigadas y que nunca, casi nunca vieran el sol ni mucho menos habían estado expuestas á la indiscreta mirada del hombre. Tranquilízate, pueblo tímido.
¡Oh mundo! á la playa estéril Me lanzaste de tu seno, Cual deposita en el cieno Su hirviente espuma la mar; Y al trazar Mi oscuro nombre en la arena Tu planta allí me condena A ver mi nombre borrar. Peregrino en tus hogares Viviendo en perpétua guerra Llena de espinas la tierra Bajo mi planta sentí... Ay de mí! A la fuente de la vida Por el mundo bendecida Solo llanto y sangre dí!
Palabra del Dia
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