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Allí estaban ellos inertes, aplastados por el dolor. Dios, que lo ve todo, ya daría á cada cual lo suyo. Pero Pepeta se fué rectamente á la cama, apartando á las otras mujeres. Llevaba en los brazos un enorme haz de flores y hojas, que esparció sobre el lecho.

Vete y corrígete, y haz de modo que no tenga yo que apelar a dolorosos extremos para poner coto a la audaz conducta de que parece que te jactas en vez de arrepentirte.

-Es, pues, el caso, señor -prosiguió el labrador-, que yo, por la misericordia de Dios, soy casado en paz y en haz de la Santa Iglesia Católica Romana; tengo dos hijos estudiantes que el menor estudia para bachiller y el mayor para licenciado; soy viudo, porque se murió mi mujer, o, por mejor decir, me la mató un mal médico, que la purgó estando preñada, y si Dios fuera servido que saliera a luz el parto, y fuera hijo, yo le pusiere a estudiar para doctor, porque no tuviera invidia a sus hermanos el bachiller y el licenciado.

A cumplir, Rodrigo, y haz de ese caldo tajadas, quien manda, manda, y su excelencia no gasta buenas pulgas. Adelante, que no hay más bronce que años once, ni más lana que no saber que hay mañana. Y plantándose capa y sombrero, y empuñando la vara de alcalde, se echó a la calle, seguido de una chusma de corchetes, y enderezó a la esquina del Colegio Real.

El boyero unció sus bueyes y acomodó a don Quijote sobre un haz de heno, y con su acostumbrada flema siguió el camino que el cura quiso, y a cabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron en la mitad del día, que acertó a ser domingo, y la gente estaba toda en la plaza, por mitad de la cual atravesó el carro de don Quijote.

¿Qué importa? dijo la anciana . ¿No sabes el refrán: haz bien y no mires a quién? Vamos: ayúdame, y manos a la obra. Dolores obedeció con celo y temor a un tiempo. Cuando venga Manuel decía , quiera Dios que no tengamos alguna desazón. ¡Tendría que ver! respondió la buena anciana , ¡No faltaba más sino que un hijo tuviese que decir a lo que su madre dispone!

Inútil fue su empeño: a los diez o doce pasos rindióla la fatiga, y el haz de leña, superior a sus fuerzas, cayó de nuevo en tierra: la mujer se echó a llorar.

¡Quiero que hables! ¿oyes? que te dispongas a revivir y que no olvides lo que te decía anoche tu madre. ¡Mi madre!... , tu madre, ¿pues qué? Mi madre ha sido feliz toda su vida. ¿Y , no?... ¡Qué rico tipo!... Mira, así y reunía en un haz las yemas de sus dedos, así, ¿ves?... así hay consuelos para cada dolor. Es posible.

Por la única ventana enrejada que la esclarecía, abierta a bastante altura, entraba en aquel momento un haz de rayos de sol. El P. Gil, después de permanecer un momento inmóvil en actitud reflexiva, fue a colocarse debajo de aquellos rayos. Su cabeza rubia, iluminada repentinamente, brilló con reflejos de oro, su tez blanca adquirió una trasparencia singular.

Cuando estés al pie de la escalera, espera un poco y luego haz como si hubieras olvidado algo, y entonces... entonces... No pude decir más, pues oía resonar en con demasiada violencia, ya como un sollozo, ya como un grito de alegría, estas palabras: «¡Te ha tenido en sus brazos