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Actualizado: 30 de junio de 2025
Era morena, de facciones regulares, magníficos ojos negros y boca algo grande con unos dientes como perlas. Una mañana desapareció y no se ha vuelto á oir hablar de ella sino con el nombre de Jenny Hawkins, que suena infinitamente mejor que Juana Baud ó Baudier. Los ingleses la creen compatriota y eso les halaga. ¿Cuánto tiempo hace que se marchó? Debe hacer unos tres años.
Novelli y su compañía se encuentran en este momento en Veracruz... Desde allí van á Méjico y á Tampico, después pasan á la Guyana... bajan á las Indias Neerlandesas, tocan en Colombo y vuelven á Europa en la primavera para hacer la temporada de Londres... ¡Ah! dijo Tragomer, ¿Jenny Hawkins irá á Londres? En el mes de mayo cantará en Covent-Garden...
Tragomer, dijo Marenval, ¿quiere usted tener la bondad de explicarme qué significa la conversación que ha tenido usted con esa gorda tan pintada y con su ridículo esposo? Porque, por mi honor, no comprendo ni una palabra. Alégrese usted, Marenval, dijo Cristián; nuestra averiguación ha dado un paso inmenso. Á esta hora tengo la prueba de que Jenny Hawkins no es la mujer que se cree.
Y ahora será preciso que la Hawkins nos esplique por qué no tiene las facciones de Juana Baud, sino las de una persona que se supone haber sido muerta hace dos años, precisamente en el momento en que Juana Baud se alejaba de Inglaterra, cambiaba de nombre, se ocultaba de todos los que pudieran conocerla y se creaba una personalidad enteramente nueva. ¿Comprende usted ahora, Marenval?
Me has rechazado, Jacobo, cuando estaba dispuesto á servirte. Estoy libre de todo deber respecto á ti. Adiós. Dió tres pasos hacia el salón y ya tocaba con la mano á la puerta cuando esta se abrió por sí sola y aparecieron Marenval y Vesín. Al mismo tiempo que ellos entró en la estufa un soplo de calor perfumado y un rumor de aplausos. Era que Jenny Hawkins acababa de cantar.
Al oir este nombre la cara de la señora de Campistrón cambió repentinamente, sus mejillas se hincharon, su barbilla se hizo saliente, sus cejas pintadas su juntaron, marcando en su frente una barrera fomidable, dió una fuerte palmada y dijo con voz amarga: ¡Ah! ¡Jenny Hawkins! ¡Hacía mucho tiempo que no oía hablar de tal persona! ¡Jenny Hawkins!
Quiero decirle de una vez para siempre lo que pienso de su carácter y de sus perfidias. Si no resulta tan comprometido en compañía de Jenny Hawkins, que tengamos que dejarle arreglárselas con el comisario. Pedro de Vesín movió la cabeza. ¡Ah! el mozo es muy fuerte para que pueda usted reducirle tan fácilmente. Está metido en una partida de tal índole, que se defenderá con furor.
Manifieste usted desde hoy el deseo de tener en su casa esa noche á la cantante Jenny Hawkins, de Covent Garden. Sorege la conoce y si usted sabe pedirlo, servirá de intermediario para llevar á la artista. Así se hará. ¿Y después? Nada más. El resto queda de nuestra cuenta. Es indispensable que sea usted prudente y no diga ni una palabra á Sorege.
Pero él ha estado en América, ha pasado por San Francisco y atribuía gran importancia á no ser visto por mí y más, acaso, á no ser visto en compañía de Jenny Hawkins. Esa mujer es, pues, quien tiene la clave del secreto." Los convidados interrumpieron estas meditaciones. ¡Qué! El matrimonio de Sorege te infunde esa melancolía... Estás hecho un simple.
Jenny Hawkins volvía á su casa, á las diez de la mañana, cargada de flores que acababa de comprar en el mercado de Covent-Garden, y su doncella le dijo al abrir la puerta: Un caballero espera en el salón á la señora. ¿Quién es? Aquí tiene la señora su tarjeta. Juana Hawkins cogió el cuadrado de cartulina y leyó: El conde Juan de Sorege.
Palabra del Dia
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