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Actualizado: 30 de junio de 2025


Todo eso es razonable, dijo Marenval. Lo indispensable sería saber exactamente quién es esa Jenny Hawkins. Solamente Sorege podría decírnoslo y él se guardará bien de hacerlo. Á no ser que... ¿Y bien?... Á no ser que nos lo diga Jacobo de Freneuse. Marenval hizo oir una especie de silbido que le servía habitualmente para expresar sus dudas. , pero, vaya usted á buscarle. ¡Está lejos!

Á las diez entrábamos en el proscenio de Pector y nos encontramos un público entusiasmado con los cantantes, que realmente tenían talento, pero que estaban secundados por detestables artistas que convertían la representación, fuera de las escenas de los protagonistas, en un verdadero escándalo musical. Jenny Hawkins no estaba en escena ni apareció hasta el final del acto.

Retrocedió un paso y dijo sonriendo á miss Harvey: Nos ha dado usted esta noche una fiesta deliciosa, y miss Hawkins ha cantado de un modo divino. Jenny Hawkins acababa de entrar en su departamento de Tavistock-Street.

Llama usted secuestro á estar en una estufa deliciosa con personas bien educadas... Además, si usted quiere, vamos á llamar á miss Maud Harvey y á rogarla que le guarde á su lado hasta que miss Hawkins salga de esta casa y Jacobo con ella. En cuanto los dos se hayan marchado, tendrá usted toda libertad para entrar en los salones y cenar con los invitados de su suegro.

El piano resonó de nuevo, y radiante con su traje blanco, de pie en medio del auditorio, al que dominaba por su belleza tanto como por su talento, Jenny Hawkins paseó una mirada de dominación por los concurrentes. Ahora cantaba las dolorosas quejas de la Traviata, cuando la pobre mujer siente que la muerte le roza con su ala.

Después, acosada de cerca por sus acreedores, se eclipsó para reaparecer en el extranjero con el nombre de Jenny Hawkins... El hotel fué vendido y no se oyó hablar de ella, si no es alguna vez en los periódicos. Jamás ha vuelto á París, como si guardase rencor á la gran ciudad de su desilusión. Al acabar el relato de Frecourt, todos se levantaron y se dirigieron hacia los salones.

Si la fotografía representaba á Jenny Hawkins, tal como la había visto en San Francisco, la partida se perdía y habría que creer en una semejanza sorprendente entre la cantante y Lea Peralli. Pero si no era Jenny... Miró de repente el retrato y lanzó un grito: ¡No es Jenny Hawkins! ¡Vamos, caballero, dijo Campistrón con una sonrisa de condescendencia, usted bromea!

Pero ya miss Harvey se había aproximado á Jenny Hawkins y cogiéndole la mano preguntaba: ¿Qué tiene usted, señora, está usted enferma? ¡Nada! balbuceó la cantante... ¡Nada!

Puesto que Lea Peralli está viva y anda por esos mundos con el nombre de Jenny Hawkins, después de haberse hecho llamar durante algún tiempo Juana Baud, es que ésta estaba muerta. La mujer de la calle Marbeuf, tu pretendida víctima no era otra que Juana Baud. ¡Pero es imposible! dijo Jacobo. Es cierto, contestó Cristián.

Pero vió en los ojos de la infeliz un pensamiento de desesperación tan terrible, que tuvo el presentimiento de una desgracia inmediata. La voz del traspunte se oyó en el pasillo: Á escena para el último acto... Y al pasar cerca de la puerta: Miss Hawkins, ¿se puede empezar? , respondió Lea tranquilamente, ya bajo.

Palabra del Dia

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