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Actualizado: 30 de junio de 2025
Es Juana Baud, y como Juana Baud es Jenny Hawkins, no puede haber error. Tragomer no respondió, abstraído en mirar el retrato, que representaba una hermosa joven morena, de alta estatura, admirablemente formada, desnudos los brazos, escotada y sonriendo con expresión soñadora. Ni un rasgo de la mujer del teatro de San Francisco. Había pues, á no dudar, error de persona.
La Hawkins cogió anoche frío y no puede cantar; pero como debe estar pasado mañana en Chicago, se va ahora mismo en el rápido. Adiós cita. Aquí tiene usted una carta que le han traído y en la que Jenny se excusa, sin duda.
Unos amigos míos están interesados en esta liquidación, que amenaza ser espinosa; hay que establecer la identidad de los herederos, y de aquí la utilidad del retrato y de la escritura de Juana. Ya comprendo. La señorita Hawkins ¿era de carácter agradable?
Aquí hace falta timbre... Y el timbre no se adquiere emitiendo la voz por la nariz... Si Campistrón estuviese aquí, él les explicaría su método... Para saber dar timbre no hay como Campistrón... Pero ustedes dispensen... ¿Cómo se llama la persona que les interesa? Miss Jenny Hawkins.
El primer día, después de una comida excelente, nos dijo: "Esta noche hay ópera: se canta Otello, por Jenny Hawkins, que hace de Desdémona, y el gran tenor italiano Novelli, en el personaje del moro. Iremos, si queréis, á oirlos en mi palco. Si os aburrís, volveremos á casa ó nos iremos al círculo Californiense; como queráis."
Porque, no era posible dudar; Jenny tenía un secreto. Seguí á mis compañeros al interior del hotel, me senté con ellos á una mesa llena de esos refrescos que abrasan el cuerpo, y pasado un rato llamé al mozo. ¿Á qué hora acaba el teatro? Á eso de las doce. Gracias. Pector me preguntó riendo: ¿Cómo es eso? ¿Quiere usted acechar á Jenny Hawkins?
Porque se le conocen tres: el que usted nos dijo al introducirla aquí, Jenny Hawkins, la cantante de Covent-Garden; Juana Baud, la fugitiva que usted hizo venir á Inglaterra hace dos años; y Lea Peralli, la miserable con la cual maquinó usted el complot contra Jacobo de Freneuse. Esto es muy claro, señor de Sorege; ahora se trata de responder sin más ambigüedades.
Después serás dueña de tu destino y no tendrás nada que temer. Hasta podrás prescindir de mi si eso te agrada. Así habrás probado á Tragomer y á Marenval que eres Jenny Hawkins y que nunca serás para ellos sino Jenny Hawkins. ¿No vale la pena de arriesgar el golpe? Sé firme y yo te probaré que soy el hombre que te he dejado suponer. ¿Vendrás?
Jacobo no se convertirá para siempre en Herbert Carlton á fin de imitar á Jenny Hawkins por medio de esta ingeniosa sustitución. No, Sorege; no caeremos más en sus artimañas. Está usted descubierto y en cuanto Jacobo hable una hora con Lea Peralli, estará en situación de confundirle á usted y de rehabilitarse, puede usted estar seguro.
Nuestros personajes formaban en medio del salón un grupo compuesto de tres hombres y dos mujeres que hablaban con una calma y una corrección perfectas. Y, sin embargo, todos eran presa del terror ó de la cólera, sus corazones destilaban cólera y sus bocas contenían difícilmente las provocaciones y los ultrajes. Voy á cantar puesto que lo desean ustedes, dijo Jenny Hawkins. Colocarse, señores.
Palabra del Dia
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