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Quince días en Londres. De París a Londres. Merry England. La llegada. Impresiones en Covent-Garden. El foyer. Mi vecina. Westminster. La Cámara de los Comunes. Las sombras del pasado. El último romano. Gladstone orador. Una ojeada al British Museum. El Brown en Greendy. ¡Oh, portentosa comodidad de la vida europea!

Porque se le conocen tres: el que usted nos dijo al introducirla aquí, Jenny Hawkins, la cantante de Covent-Garden; Juana Baud, la fugitiva que usted hizo venir á Inglaterra hace dos años; y Lea Peralli, la miserable con la cual maquinó usted el complot contra Jacobo de Freneuse. Esto es muy claro, señor de Sorege; ahora se trata de responder sin más ambigüedades.

Los teatros de Lóndres no valen lo que debieran ni corresponden á la grandeza de la ciudad. En Covent-Garden á la Grisi, á Mario, Tamburini, Lablache, etc., y á decir verdad no me emocionaron, eran celebridades históricas, nada mas: el teatro, que tiene su paraíso como el Real de Madrid, es grande, pero pobre, esterior é interiormente.

Novelli y su compañía se encuentran en este momento en Veracruz... Desde allí van á Méjico y á Tampico, después pasan á la Guyana... bajan á las Indias Neerlandesas, tocan en Colombo y vuelven á Europa en la primavera para hacer la temporada de Londres... ¡Ah! dijo Tragomer, ¿Jenny Hawkins irá á Londres? En el mes de mayo cantará en Covent-Garden...

Antes de dejar el diario, echo una mirada a los anuncios de teatro: Covent-Garden: sábado, última representación del Demonio, de Rubinstein, con la Albani, Lasalle, etc.; lunes, Don Juan; miércoles, Dinorah; viernes, Etoile du Nord, por la Patti.

De modo, dijo la señora de Freneuse, que esa desgraciada mujer por quien hiciste tantas locuras y á la que pretendían que habías matado, está viva... Vive y está en Londres. Anoche cantó en Covent-Garden y asistí á la representación con mis amigos. En un palco oscuro y con la cara pintada como un actor para que nadie me reconociese, pasé la velada en presencia de Lea Peralli.

Son las seis y media de la tarde; a las siete y media se alza el telón en Covent-Garden. Covent-Garden, en los grandes días de la season, tiene un aspecto especial. El mundo que allí se reune pertenece a las clases elevadas de la sociedad, por su nombre, su talento o su riqueza.

Algunas la habían oído en América, otras la habían aplaudido recientemente en Covent-Garden, y todas la conocían, pero ninguna la había visto de cerca y su reputación de artista así como su belleza de mujer hacían que su presentación fuese un verdadero acontecimiento. Marenval y Tragomer fueron acogidos favorablemente.

Jenny Hawkins volvía á su casa, á las diez de la mañana, cargada de flores que acababa de comprar en el mercado de Covent-Garden, y su doncella le dijo al abrir la puerta: Un caballero espera en el salón á la señora. ¿Quién es? Aquí tiene la señora su tarjeta. Juana Hawkins cogió el cuadrado de cartulina y leyó: El conde Juan de Sorege.