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Actualizado: 29 de julio de 2025
¡Siempre tus ideas!... ¡Qué extraña eres!... En fin, explica de una vez lo que quieres... ¿Lo que quiero?... no hago más que repetirlo, abuela. Desearía, sencillamente, elegir yo misma mi marido... si debo casarme. Quisiera que se me permitiese ver seres masculinos de carne y hueso y aprender a conocerlos de otro modo que de oídas.
11 Yo soy toro en mi rodeo Y torazo en rodeo ajeno; Siempre me tuve por güeno Y si me quieren probar, Salgan otros a cantar Y veremos quién es menos. 12 No me hago al lao de la güeya Aunque vengan degollando, Con los blandos yo soy blando Y soy duro con los duros, Y ninguno en un apuro Me ha visto andar tutubiando. 13 En el peligro, ¡qué Cristos!
Enseguida, dirigiéndose a Cornias, gritó: Ya está ahí... Caza escotas, que vamos en vuelta de fuera, y a ceñir... Y usted, Nieves dijo volviéndose hacia ella , agárrese bien a la brazola, y no se descuide un instante, porque esto no es la bahía... Y perdóneme si desde ahora no la hago los honores de la casa como yo quisiera, porque este caballerito es algo ligero de cascos y voy a necesitar muy a menudo poner los cinco sentidos en él.
Soy justa, créalo usted, y me hago cargo de la irritación que debió usted experimentar viendo todos sus planes desbaratados; pero no puedo admitir que por una cuestión tan mezquina, por una diferencia tan antigua, por agravios que hace mucho tiempo debieran estar olvidados, ponga usted en peligro mi dicha y la de mi marido.
El mastín, después de una resistencia honrosa, atestiguada por las huellas sangrientas de la piel de su adversario, acababa de morir. Usted me le pagará, buen hombre. Bobart, corre á buscar al guarda. ¡Para qué! dijo el hombre con su voz aguardentosa; ¡para qué! Que pase solamente el foso y hago con él lo que mi perro ha hecho con este otro. ¿Oye usted? So vieja.
«Entonces, ¿qué hago yo aquí? ¿Para qué me han dado el mando?...» Así pensó Ferragut, sin atinar por qué buscaba su concurso este hombre que podía dirigir el buque sin ayuda ajena. Indudablemente era un oficial de marina, y también debían proceder de una flota todos los marineros rubios que trabajaban como autómatas.
Hago lo que puedo, niño dijo José, levantando las copas de la mesa; no soy muy baquiano en tender camas. ¡Si lo digo en broma, José! Usted las tiende perfectamente... mal agregó Melchor, en momentos que José se alejaba llevando una bandeja al antecomedor. ¿Quedamos entonces que a doña Ramona la va poner en ese cuarto? Eso es, Baldomero.
D. TELL. ¡Estraño caso! Dice que es ido a León. D. TELL. ¿A León? CELIO. Y que Pelayo Le acompañaba. D. TELL. ¿A qué efeto? CELIO. A hablar al Rey. D. TELL. ¿En qué caso? El no es de Elvira marido: Yo ¿por qué le hago agravio? Cuando se quejara Nuño, Estuviera disculpado; Pero ¡Sancho!
¿A mí? dijo Meñique; no hay cosa más fácil que hacer un poco de lugar. Y se abrió con el cuchillo de arriba abajo la chaqueta y el gran saco de cuero. Ahora te toca a ti dijo al gigante; haz lo que yo hago. Muchas gracias dijo el gigante. Prefiero ser tu criado. Yo no puedo digerir las piedras.
A lo que respondió el ventero: -Pues bien puede leella su reverencia, porque le hago saber que algunos huéspedes que aquí la han leído les ha contentado mucho, y me la han pedido con muchas veras; mas yo no se la he querido dar, pensando volvérsela a quien aquí dejó esta maleta olvidada con estos libros y esos papeles; que bien puede ser que vuelva su dueño por aquí algún tiempo, y, aunque sé que me han de hacer falta los libros, a fe que se los he de volver: que, aunque ventero, todavía soy cristiano.
Palabra del Dia
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