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Actualizado: 13 de julio de 2025
Ambos comenzaron a caminar por detrás de los parapetos, siguiendo una trinchera, abierta en la nieve dos días antes. La nieve, endurecida por la helada, se había convertido en hielo. Los árboles, tumbados delante y completamente cubiertos de granizo muy denso, formaban una barrera infranqueable, que alcanzaba una anchura de cerca de seiscientos metros. El camino cortado pasaba por debajo.
Se le ve arder calenturiento y agitado por súbitas y precipitadas exhalaciones, mientras toda su inmensa extensión permanece obscura y helada. Aquella luz impresionó la mente de Clara de un modo muy extraño. Lejos de infundirle temor, le pareció ver allí alguna cosa interna, más profunda que el profundo cielo, que parecía estar abierto por aquel punto.
La vegetación es allí desconocida. Aquella tierra ingrata, que nos oculta el polo, parece un país de muerte y de hambre. En el muy corto intervalo de tiempo que el agua no está helada, la vida sería posible en aquellos parajes, pero el hielo dura nueve meses en el año. Y durante este tiempo, ¿qué hacer?; y los alimentos, ¿dónde hallarlos? No hay que pensar en buscar.
A los lados de las alamedas, en las cunetas del riego, había charquitos de agua helada. De largo en largo se retorcían en la atmósfera las espirales azuladas que formaba el humo de las hoguerillas encendidas por los guardas.
Con ella hay relaciones, hay órden, hay reglas, hay ciencia, hay arte; sin inteligencia no hay nada. Concebid si podeis el mundo sin que ella preexista, todo es un caos; imaginad el órden ya existente y extinguid la inteligencia, el universo es un hermoso cuadro ante la helada pupila de un difunto.
De la bruma de la noche surgía a lo lejos la ciudad, con la apiñada arboleda del Tempul y las aglomeraciones de blanco caserío, en las que palpitaban los últimos faroles de gas como estrellas agonizantes. Soplaba una brisa helada: la tierra y las plantas parecían sudar al contacto de la luz. Un pájaro salió aleteando de las chumberas, con agudo silbido, que hizo estremecer a la joven.
En efecto, suele suceder que, por distracción, deja escapar de sus labios acentos apasionados; pero al punto parece humillada, y como avergonzada de este olvido de su carácter ó de su papel, y se apresura á entrar de nuevo en los límites de una helada corrección.
Durante algunos minutos luché con todas mis fuerzas para conseguir mantener sobre la superficie la cabeza de la pobre niña inconsciente, sin embargo, era tan poderosa la corriente, con sus masas de hielo flotante, que toda resistencia parecía imposible, y ambos fuimos arrastrados cierta distancia río abajo, hasta que al fin, llamando en mi auxilio mis últimas fuerzas, conseguí salir del peligro con mi insensible carga y llegar a un banco de arena, donde pude sosteniendo una fiera lucha, saltar a tierra y arrastrar a la pobre niña sobre la orilla helada.
Estaba llena de sonrisas Carmen aquella mañana.... Una sonrisa para el espejo donde, inclinándose, vió su cara preciosa un poco descolorida; otra sonrisa para la ventana, ya acariciada por el sol pálido de noviembre...; otra, para el cielo; los ojos garzos y acariciadores de la niña subieron hasta él dulcemente al través de los vidrios empañecidos por la helada.... Estaba todo azul; ¿no había de estarlo?... Azul tenue el cielo, dorado desvaído el sol, verde apagado la campiña...; ¡qué bonitos colores tenía la vida aquella mañana!
Caminando, comiendo, curioseando, el alazán y el malacara cruzaron la capuera hasta que un alambrado los detuvo. Un alambrado, dijo el alazán. Sí, alambrado, asintió el malacara. Y ambos, pesando la cabeza sobre el hilo superior, contemplaron atentamente. Desde allí se veía un alto pastizal de viejo rozado, blanco por la helada; un bananal y una plantación nueva.
Palabra del Dia
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