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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Después llegó Tom, y la hermana de Moreno se retiró a punto que entraba Guillermina con la misma cantinela: «¿Quieres algo?... A ver si te duermes, que no es mal ajetreo el que vas a llevar mañana. Mira; de París telegrafías, para que sepamos si vas bien...». Daba algunos pasos hacia fuera y volvía: «Lo que es mañana no te llamo. Necesitas descanso.

Usted le dice: «Vengo por los ladrillos de doña Guillermina». Ido repitió, como los chicos que aprenden una lección: «Vengo por los ladrillos, etc...». El dueño de esa fábrica me ha dado unos setenta ladrillos, lo único que le sobra... poca cosa, pero a todo me sirve... Bueno; coge usted los ladrillos y me los lleva a la obra... son para mi obra. ¿A la obra?... ¿Qué obra?

Guillermina y Jacinta entraron en la mansión de Ido, que se componía de una salita angosta y de dos alcobas interiores más oprimidas y lóbregas aún, las cuales daban el quién vive al que a ellas se asomaba. No faltaban allí la cómoda y la lámina del Cristo del Gran Poder, ni las fotografías descoloridas de individuos de la familia y de niños muertos.

Porque la señora doña Guillermina, que es tan buena, nos socorrió con bonos de carne y pan, y a Nicanora le dio una manta, que nos viene como bendición de Dios, porque en la cama nos abrigábamos con toda mi ropa y la suya puesta sobre las sábanas... Descuide usted, Sr. del Sagrario; yo le procuraré alguna prenda en buen uso. Tiene usted la misma estatura de mi marido.

De veras digo que si tuviera ocasión, le habría de decir a doña Guillermina que me perdonara». La soledad en que vivía, favoreciendo en ella esta resurrección mental de lo pasado, inspirábale juicios muy claros de sus acciones y sentimientos.

Por aquí y por allí caían en el mismo instante hojas y más hojas inútiles; pero la mañana próxima había de alumbrar innumerables pimpollos, frescos y nuevos. Ya de día, Guillermina se acercó a la puerta y aplicó su oído. No sentía ningún rumor. No había luz. «Duerme como un bendito... Buen disparate haría si le despertara». Y se alejó de puntillas. Disolución i

No puedes figurarte el odio que esta gente tiene a los polisones, en lo cual demuestran un sentido... ¿cómo se dice?, un sentido estético superior al de esos haraganes franceses que inventan tanto pegote estúpido». Jacinta estaba algo corrida; pero también se reía, Guillermina dio dos pasos atrás, diciendo: «Ea, señoras, cada una a su trabajo, y dejen en paz a quien no se mete con ustedes».

A Izquierdo le vibró el corazón, y este movimiento del ánimo fue tan claramente advertido por Guillermina, que se echó a reír, y tocándole la rodilla con la mano, repitió: «¿No es verdad que se contentará?... Vamos, hijo mío, confiéselo por la pasión y muerte de nuestro Redentor, en quien todos creemos». Los ojos del chalán se iluminaron.

Dios se lo pagará a usted... porque verdaderamente parte el corazón ver a ese pobre hombre, en este tiempo, con unos calzones de hilo, de los que traen los soldados de Cuba... Salió Guillermina para ir al almacén de maderas de la Ronda, y Jacinta la acompañó hasta el corredor. Sentose Fortunata en el sofá, creyendo que las dos se marchaban.

«Un edificio ad hoc» dijo con incredulidad el marqués de Casa-Muñoz, que era uno de los presentes. Ad... hoc, señor replicó Guillermina, acentuando las dos palabras latinas . Pues está usted adelantado de noticias. ¿No sabe que tengo el terreno y los planos, y que ya me están haciendo el vaciado? ¿Sabe usted el sitio?

Palabra del Dia

bagani

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