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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Hemos atravesado ya dos edades de barbarie. En la primera, diremos como Homero: «El mar estéril.» Es surcado únicamente para buscar al otro lado tesoros fabulosos ó grandemente exagerados. En la segunda, notóse que la riqueza del mar consiste sobre todo en él mismo, y quisimos arrancársela, pero de una manera ciega, brutal, violenta.
Por ella no es mejor la colección epistolar, limpia de las fútiles misivas á que Bermúdez de Castro se refiere, que repiten unos mismos conceptos rebuscados; por ella no está despojada de personales alabanzas, que por otro lado sirven grandemente á la pintura: la del docto amigo á quien ruega «pase los ojos por los renglones que le han caído de la pluma para esculpir en un reló destinado á Gonzalo, su hijo ;» la que anuncia un anillo de dos rengleras de diamantes á su mujer ; la de los retratos que se manda hacer .
Cedió al fin Felipe III á la opinión de la junta nombrada al efecto y en la que se encontraba el inquisidor general, y dió aquella célebre orden de expulsión de los moriscos del reino, impolítica y cruel medida, con la cual se disminuyó grandemente la población de España, pues perdió un millón de habitantes, se quitaron brazos á la agricultura y se deshicieron multitud de familias.
Si por olvidar entendía Lituca dejar de sentir hondamente, entendía muy bien, porque el corazón humano, tierra miserable al fin, necesita del concurso de los sentidos para conservar el calor de los afectos que le animan, y aun así se apaga la hoguera con el tiempo; pero si por olvidar entendía borrar de la memoria, se equivocaba grandemente en aquel caso.
Lo que esta decía era ya cuerpo jurídico para toda cuestión que ocurriera después, y como no sólo legislaba sino que autorizaba su doctrina con el buen ejemplo, vistiéndose de una manera intachable, la de Bringas, que en esta época de nuestra historia se había apasionado grandemente por los vestidos, elevó a Milagros en su alma un verdadero altar.
Hacía más dura su separación la idea que ambos tenían formada del mundo, al que consideraban desde su tranquilo refugio como centro de iniquidades, peligros y rencores. Los monjes y novicios que no habían salido á sus quehaceres esperaban á Roger en el pórtico, donde se despidieron de él con efusión, pues de todos era grandemente apreciado.
El doctor guardó cuidadosamente el depósito terrible que todo médico lleva consigo. Pero el duque quedó muy bien impresionado de la atención y del interés de Mantoux. Desde entonces quedaba al servicio de su hija. Cuando se lee una historia de la Revolución francesa se sorprende uno grandemente al encontrar meses enteros de paz profunda y de dicha completa.
Pero ¿cómo podrá hacerlo sin que primero le dejéis ver la herida ó pesadumbre de vuestra alma? ¡No! ¡no á tí! no á un médico terrenal! exclamó el Sr. Dimmesdale con la mayor agitación y fijando sus ojos grandemente abiertos, brillantes, y con una especie de fiereza, en el viejo Rogerio Chillingworth. ¡No á tí!
Verdad es que la vida un tanto estrecha que las circunstancias obligaban a llevar a aquél, mortificaba grandemente la altivez de la vieja baronesa, pero, así y todo, no se resolvía a tomar sobre sí la obligación de mejorarla en algo mediante cualquier leve sacrificio impuesto a sus comodidades personales.
Felizmente baja todas las noches a mi tertulia, Inés, a quien como muy próxima a ser mujer casada, puede permitirse que sostenga coloquios tirados con tal cual persona decente y bien nacida. Si no fuera por ella, lord Gray se aburriría grandemente en casa. ¿No cree usted, que a una muchacha que va a ser mayorazga y que ocupará posición muy encumbrada en la corte, se le debe dar cierta libertad?
Palabra del Dia
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