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Actualizado: 7 de octubre de 2025
10 Entonces Amasías apartó el escuadrón de la gente que había venido a él de Efraín, para que se fuesen a sus casas; y ellos se enojaron grandemente contra Judá, y volvieron a sus casas encolerizados.
Sin embargo, yo en su caso me iría de este país por una temporada hasta que nos hubiésemos partido á Madrid. Cuando volviera á verme el año que viene, le doy mi palabra de que se habría deshecho la diosa de la Grecia y de que usted se reiría grandemente de sí mismo. Haga la prueba y lo verá. De D. Primitivo Alonso á M. Baltasar Alonso. 27, rue des Feuillantines. Paris.
En otra criatura formada de distinto barro, el cultivo artificial o de invernadero, como hemos llamado al de Luz, hubiera producido contrarios efectos, porque en lo común de la naturaleza humana, las veladuras sobre los ojos son alicientes de los deseos y despertadores de la curiosidad; pero en una pasta tan dúctil y placentera como la de aquella niña, el artificio de su educación moral contribuyó grandemente a la perfección casi mecánica de la mujer; mecánica en cuanto a la estructura, digámoslo así, a la trabazón de las piezas componentes de su ser moral, no en cuanto a las funciones del conjunto, que éstas ya dependían de la pasta fundamental, del temple nobilísimo del alma, obra de un Artífice más alto.
28 Vosotros mismos me sois testigos que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. 29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo es cumplido. 30 A él conviene crecer; a mí, ser disminuido.
Aquellas portadas de una porcion de archivoltas concéntricas, de molduras grandemente rehundidas, formando arco abocinado, y revestidas de dientes de sierra, de puntas de diamante, de zig-zags, de graciosos pometados y de menudísima follagería que deja modestamente campear las líneas sin encubrirlas; aquellos capitelitos en forma de dados, aquellos lisos y sencillos fustes que son como la prolongacion misma de los gruesos resaltos ó molduras de la archivolta; aquellos cordones ó funículos que á manera de collarines ciñen los fustes por debajo de los capitelillos, sin interrumpirse de una á otra esbelta columnilla; aquellas lindas repisas, todas trabajosamente esculpidas con caras, ó figurillas, ó follage, que suelen ser el sosten de otros capitelillos intermedios que forman con los de las columnas una faja contínua y apretada de preciosos dados; finalmente, aquellos rústicos tejaroces que coronan las antiguas portadas, y cuyos caprichosos y variados canes, á veces de espantables monstruos, á veces de lisas y toscas molduras horizontales, casi nunca caen simétricamente sobre las puertas: todos estos son caractéres inequívocos del mas puro gusto bizantino segun se practicó en España desde los tiempos de los sucesores de Carlomagno hasta fines del siglo XIII. Pero son sumamente equívocos en toda Andalucía, dominada y aleccionada por las gentes de levante, primero en el siglo VI por el vergonzoso pacto de Athanagildo, luego desde el VIII en adelante por el gran desastre de que fué causa la sensualidad de D. Rodrigo.
Forzadas á respirar cada quince minutos, aunque tenga hecha provisión de aire que baste para algunos momentos más, se exponen grandemente bajo aquella enorme costra que tiene apenas algunos respiraderos. Si no los hallan á tiempo, es tan sólida y compacta dicha costra, que no hay fuerza capaz ni cabezada que pueda romperla. Allí pueden ahogarse con la misma facilidad que Leandro en el Helesponto.
Phs... Me parece que la hermanita es una chicuela con un puchero de grillos en la cabeza. Ni sabe lo que quiere, ni por lo visto lo ha sabido en su vida. Al cabo hará lo que le manden... Conozco el paño. Me molestaron grandemente aquellas palabras, no tanto por el desprecio que envolvían hacia la mujer que me tenía seducido, como por encontrar en ellas alguna apariencia de razón.
Los indios del país se dolían grandemente de que por haber los enemigos asolado la tierra, no tenían con qué socorrerle y reparar su flaqueza; pero hallando por gran ventura una gallina, se la ofrecieron, mas el santo Padre rehusó aquel alivio y quiso resueltamente se guisase para dar de comer á un neófito que junto á él yacía enfermo.
Me dispuse a cumplimentar las tareas del cuadro sinóptico, con la esperanza de que aquello no duraría mucho tiempo. No dije nada a Villa ni a Matildita, ni a Isabel siquiera. Se hubieran reído de mí grandemente. En estas ocasiones veía rara vez a mi novia, y cuando llegaba este caso, en los corredores, pasábamos el uno al lado del otro sin aparentar conocernos.
Los muchachos les salpicaban el rostro con los bastones y se inclinaban de repente sobre un costado para asustarlas, complaciéndose grandemente con sus gritos desesperados. Todo era ruido y algazara en la diminuta escuadrilla.
Palabra del Dia
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