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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Por un violento esfuerzo, logro recobrar un poco la calma, pero no puedo hablar... Francisca, que lo ha comprendido todo, se divierte grandemente, ríe, habla, afecta su expresión reservada de los buenos días, y exhibe de vez en cuando algún ingenio.
Eslava admiraba grandemente las composiciones del músico del siglo XVI, y de él hizo repetidos elogios siempre, habiendo investigado con fortuna sobre los pormenores de la vida del maestro á quien he dedicado un recuerdo con estos ligeros apuntes.
En aquel momento, Periquito, que era un muchacho pálido y enteco, de ojos azules y poca y rala barba rubia, apareció en las lunetas. Las miradas de toda la familia Belinchón se clavaron en él sonrientes y burlonas. Sobre todo Pablo y Venturita se mostraban grandemente regocijados a su vista. Periquito levantó la cabeza y saludó. La familia Belinchón contestó al saludo sin dejar de reir.
Cuando entró de nuevo en el Saloncillo, grandemente perturbados halló a sus cotidianos tertulios con la nueva que acababa de traer Severino el de la tienda de quincalla: «¿No saben ustedes lo que pasa, señores?» Todos se levantan y le cercan. El comerciante habla visiblemente conmovido. Esta noche han robado y asesinado a don Laureano. ¿Qué don Laureano, el de la quinta?
Vos no me habéis enseñado eso, señor cura exclamé. El desdichado cura pasaba durante esta conversación por un adelanto de las penas del purgatorio. Se enjugaba el rostro y con dificultad tragaba su café, que le sabía a amargura. El señor de Couprat se burla de ti. ¿Es cierto eso, primo? De ninguna manera respondió Pablo, que parecía que se divertía grandemente.
Era este obispo D. Cristóbal de Rojas y Sandoval, que estaba en esta misma época grandemente consagrado á dar impulso á la obra del nuevo crucero, como dijimos en su lugar oportuno. Acudieron á Córdoba además de los procuradores de las ciudades, muchos señores y caballeros de toda Andalucía, con no pocos personages notables de la corte.
Recordó Ojeda cuanto había oído contar de las travesuras de Nélida, disculpándolas por adelantado. Tal vez habría en ellas mucho de exageración. Las gentes de a bordo, siempre desocupadas, mentían grandemente.
El ex droguero escuchaba con la boca abierta a la hermosa y elegante dama, cuyos donaires y gracejo le tenían cautivo; mientras, la Esfinge la miraba de reojo y a hurtadillas, por no tener a mano lanzón de mayor fuerza para pasarla de parte a parte. La marquesa se enteraba de todo y se deleitaba grandemente con ello.
Lo que por otra parte contrariaba grandemente á la duquesa, era que el encargado de representar al rey como padrino, fuese el conde de Olivares, otro intrigante, otro enemigo del duque de Lerma. Así es que la duquesa no se cuidaba de disimular su disgusto. Don Juan la saludó profundamente.
Tampoco viajaban en aquella edad á Grecia, nacion que les era tan cercana; pues no hai escritor de ella que haga memoria de los hechos de los hebreos. El Emperador Augusto los favoreció grandemente; pues les dió permiso para vivir en barrio separado de Roma á la otra banda del Tiber, que fué el primer asiento que ellos tuvieron en Europa.
Palabra del Dia
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