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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Guárdese Vd. esta carta no la vean. No hay nadie. Pateta, gorra en mano, arrimando el rostro a los hierros, como mono enjaulado, prestó atención. Lo apartado del sitio y lo desapacible de la tarde, hacían que reinara en torno del hôtel completa soledad.

Desfilaba toda la variedad de uniformes de los ejércitos de la República: el azul horizonte de las tropas continentales, el color mostaza de las tropas marroquíes, la gorra de cuartel amarilla de la Legión Extranjera, el fez rojo de los argelinos y de los tiradores negros. Nadie estaba entero.

El aderezo de la silla era de terciopelo azul, con las armas de su linaje bordadas hacía atrás, con oro y con seda. Dos lacayos le precedían. Iba a pasar, sin duda, por la casa de Beatriz, o a verla salir de alguna iglesia. Blanco penacho de plumas, sujeto a su gorra por un joyel de diamantes, temblaba en el aire de la mañana.

Exhalóse al cabo en murmuraciones contra, la Providencia, y le vino la tentacion de creer que todo lo regia un destino cruel que á los buenos oprimia, y hacia que prosperasen los caballeros verdes: que uno de sus mayores sentimientos era verse con aquellas armas verdes que tanta mofa le habian acarreado. Pasó un mercader, á quien se las vendió muy baratas, y le compró una bata y una gorra larga.

Cierta noche, al cerrar la taberna en que se había emborrachado, el dueño de la tienda le arrojó a torniscones, y él se quedó tumbado en la acera, sin abrigo ni gorra. Cuando llegó a su casa, de madrugada, tosía más que un asmático, y a los quince días murió en el hospital, dejando a Engracia un niño de pocos meses.

En los otros viajes, cuando había que echar al agua un muerto, el comandante o el primer oficial suplía la falta de sacerdote. Recitaba una plegaria en alemán, con la gorra en la mano, ante el pesado féretro, y después la orden de costumbre «Désele cristiana sepultura.» Y el cajón caía al mar. Pero en este viaje podían disponer de un clérigo, y el muerto era católico.

Tras ella, formando una pareja silenciosa, marchaban el cochero y la criada: un mocetón de rostro carrilludo y afeitado que respiraba brutal jocosidad, luciendo con tanta satisfacción como embarazo los pesados borceguíes, el terno azul con vivos rojos y botones dorados y la gorra de hule de ancho plato, y a su lado una muchacha morena y guapota, con peinado de rodete y agujas de perlas, completando este tocado de la huerta su traje mixto, en el que se mezclaban los adornos de la ciudad con los del campo.

Batiste aguantó el disparo con calma, como hombre acostumbrado á tales discusiones, y sonrió socarronamente: Bueno: pos por ser , rebajaré poco. ¿Quieres ventisinco? El gitano extendió sus brazos con teatral indignación, retrocedió algunos pasos, se arañó la gorra de pelo ó hizo toda clase de extremos grotescos para expresar su asombro.

Por cierto que lo primero que se veía en la sala de su casa era un gran retrato del propio Bonifacio en traje de ceremonia, con una pluma muy alta en la gorra y un manto blanco de extraordinaria longitud sobre los hombros. Guardaba en su casa dos o tres baúles llenos hasta arriba.

Caragòl consiguió igual éxito entre los cuarenta y cinco hombres que se fueron posesionando de las máquinas y los ranchos de proa. Llegaban vestidos de marineros de la flota, con amplio cuello azul y una gorra rematada por un pompón rojo. Algunos ostentaban en el pecho medallas militares y la reciente Cruz de Guerra.

Palabra del Dia

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