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Actualizado: 23 de junio de 2025


El señor Smiles traspasó su establecimiento, yo abandoné mi empleo, y, en compañía de Allen, los tres bien armadas, fuimos a Las Palmas. Aquí alquilamos una goleta, con tripulación y todo, y nos dirigimos al río Nun.

Una mañana de otoño, tendría yo entonces catorce o quince años, vino Recalde, antes de entrar en clase en la Escuela de Náutica, y nos llamó a Zelayeta y a . Una goleta acababa de encallar detrás del monte Izarra, cerca de las rocas de Frayburu. Recalde el Bravo, padre de nuestro camarada Joshe Mari, y otro patrón, llamado Zurbelcha, habían salido en una trincadura para recoger a los náufragos.

Pero fuele la fortuna contraria, pues donde la pudiera esperar y tener buena, allí la perdió, con perder la libertad en la felicísima jornada donde tantos la cobraron, que fue en la batalla de Lepanto. Yo la perdí en la Goleta, y después, por diferentes sucesos, nos hallamos camaradas en Costantinopla.

El había llevado una vez desde Europa armas y municiones para una revolución de la América del Sur. Tòni le había contado sus aventuras en el golfo de California mandando una pequeña goleta que servía de transporte á los insurrectos de las provincias septentrionales alzados contra el gobierno de Méjico.

Cuando se vió, en un amanecer, frente al puerto de Palermo, que empezaba á extinguir sus luces, Ferragut pudo dormir por primera vez, dejando encargado á uno de los marineros la vigilancia del buque, que se mantenía con el velamen recogido. A media mañana le despertaron unas voces que gritaban desde el mar: «¿Dónde está el capitánVió un bote y varios hombres que saltaban á la goleta.

El aspecto de la goleta con los mástiles rotos, tumbada sobre una banda como un animal herido en el corazón, era triste, lastimoso. El mar chocaba contra las peñas y sobre el costado del barco, produciendo un ruido violento como el de un trueno, las gaviotas comenzaban a revolotear en derredor nuestro, lanzando gritos salvajes.

No parecieron mal los sonetos, y el cautivo se alegró con las nuevas que de su camarada le dieron; y, prosiguiendo su cuento, dijo: «Rendidos, pues, la Goleta y el fuerte, los turcos dieron orden en desmantelar la Goleta, porque el fuerte quedó tal, que no hubo qué poner por tierra, y para hacerlo con más brevedad y menos trabajo, la minaron por tres partes; pero con ninguna se pudo volar lo que parecía menos fuerte, que eran las murallas viejas; y todo aquello que había quedado en pie de la fortificación nueva que había hecho el Fratín, con mucha facilidad vino a tierra.

Desde la cubierta de la goleta sólo se podía ver á corta distancia, y el conde trepó repetidas veces por las escalas de cuerda de la arboladura, para abarcar con sus ojos un espacio más extenso. Una mañana gritó desde lo alto al capitán, señalándole un punto del horizonte. Debía hacer rumbo en la misma dirección. Allí estaban los que él buscaba.

Sintió mucho esta pérdida el Gran Turco, y, usando de la sagacidad que todos los de su casa tienen, hizo paz con venecianos, que mucho más que él la deseaban; y el año siguiente de setenta y cuatro acometió a la Goleta y al fuerte que junto a Túnez había dejado medio levantado el señor don Juan.

Y ya es caso averiguado Que otro leon ha llevado A la Goleta un cautivo, Que le halló en un monte esquivo Huido y descarriado. Obra es esta, Virgen pia, De vuestra divina mano, Porque ya está claro y llano, Que el hombre que en vos confia, Espera, y no confia en vano. Espérame, compañero, Que ya determino y quiero Seguir do quiera que fueres, Que ya me parece que eres, No leon, sino cordero.

Palabra del Dia

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