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Actualizado: 6 de junio de 2025


Llegué hasta el pie de los muros y presté atento oído a los rumores de su soledad, pero no más que el viento del norte que gemía débilmente en los patios interiores y el grito de las aves de presa que revoloteaban sobre las torres. En la parte exterior no encontré más que puertas rotas sobre sus goznes, grandes vestíbulos, sobre los que no se veían huellas humanas, y celdas desiertas.

En esta situación, no pudo menos de aprovecharse de la sensación y pensó en el hermoso poema que podría trazar con aquellos materiales, si el cuarto hubiese sido más oscuro y la criatura quedara más abandonada; por ejemplo: sentada al lado del féretro de su madre mientras gemía el viento por puertas y ventanas.

El mocetón gemía al decir esto, mientras su amigo, que había acabado de comer, apoyaba pensativo su frente en una mano. Pues, hijo murmuró Fermín. No entiendo este jeroglífico.

¡Rafaé! ¡Rafaé! gemía María de la Luz inclinándose sobre el herido. Y como si la desgracia le hiciese olvidar su habitual recato, faltó muy poco para que le besase en presencia de su padre. El caballo murió en la mañana siguiente, reventado por la loca carrera. Su dueño se salvó después de una semana transcurrida entre la vida y la muerte.

En otro tiempo, el leñador apenas se atrevía á la selva montañesa: el viento que en ella gemía se le figuraba voz de los dioses. Había seres sobrenaturales ocultos bajo la corteza, y la savia del árbol era también sangre divina.

En vano insistían para hacerla bajar al minúsculo jardinillo en el que florecían algunas dalias multicolores y un modesto cuadro de rosales. ¡Están tan débiles mis piernas! gemía. Además, necesitaría que mis negritos me llevaran como en otro tiempo en mi hamaca.

Maltrana se exaltaba con sus propias palabras, y conmovido al recordar lo que debía a su compañera, inclinaba la cabeza, interrumpiendo su voz con el estertor del llanto. La vieja, viendo llorar al nieto, lloraba también, restregándose los ojos con la punta del delantal. Tienes razón gemía . Hay que hacer algo por ella. Así deben ser los hombres. Bien se ve que la quieres.

No... no gemía ella pugnando por cerrar, sin que la puerta obedeciese a la presión de sus manos y rodillas. Ojeda insistió. «Déjame que entre...» Nada intentaría contra su voluntad.

Ya había sufrido bastante. ¿Iba a mejorarse ella porque le viese?... Cuando salió la abuela quiso enseñarle el niño, que su amiga, más joven y fuerte, llevaba en brazos. Míralo, Isidro gemía la vieja llorando de alegría . Es un querubín: ¡qué rico!... Es hijo tuyo, ¡tu retrato!... Maltrana miró esta carne palpitante apenas contorneada que se removía en el fondo de un mantón.

En unas casas encontraba al hombre sentado en un rincón, con aspecto enfurruñado, y a la mujer tendida en el suelo. Pasa de largo, Joselillo gemía la gitana . Hoy no puedo darte el real: no he ganado nada. ¡Mira cómo me ha puesto el cuerpo ese bruto! Y señalaba al marido, que permanecía impasible, con la tranquilidad del que cumple su deber.

Palabra del Dia

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