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Actualizado: 6 de junio de 2025
A mediodía pudo encontrar un pedazo de pan, un poco de queso y una botella de vino blanco en una taberna inmediata al camino. El dueño estaba en la guerra, la mujer gemía en la cama. La madre, una vieja algo sorda, rodeada de sus nietos, seguía desde la puerta este desfile de fugitivos que duraba tres días. «¿Por qué huyen, señor? dijo al caminante . La guerra sólo interesa á los soldados.
«¡Valencia, Valencia, Valencia! Tus muros son ruinas; tus jardines cementerios, tus hijos esclavos del cristiano»... gemía el poeta cubriéndose los ojos con el alquicel.
A los dos días se presentaba el gitanillo raptor ante el padre de la novia, con su chaqueta de terciopelo granate y el pavero blanco de los días de fiesta. Se arrodillaba compungido, se apoderaba de una de sus manazas, la besaba, y gemía después: Su mersé es el cuchillo, y yo, probesito de mí, soy la carne. Corte su mersé por donde quiera.
Y mientras estos acontecimientos tenian lugar en Colombia, Buenos-Aires gemia envuelto en el cáos de la disolucion política y el general San Martin, al frente de veinte velas, montado en el navio de su nombre, zarpaba en el puerto de Valparaiso la tarde del 20 de Agosto, siendo bien recibido por el pais, donde mas tarde ocupó Lima y el Callao.
Papá sabe más; el padre de René está mejor enterado de las cosas. Les vamos á largar la gran paliza. ¡Qué gusto que golpeen á mi tío de Berlín y á todos mis primos, tan pretenciosos!... Cállate gemía la madre . No digas disparates. La guerra te ha vuelto loca como á tu padre. La buena señora se escandalizaba al escuchar la explosión de sus salvajes deseos siempre que hacía memoria del emperador.
¡Que venga Don Luis! gemía el minero herido por la explosión de un barreno, ó el pinche casi enterrado por un desprendimiento de la cantera.
Las guitarras comenzaron a vibrar, mientras uno de los cantores gemía con voz gutural: ¡Por una ausencia larga Mandé sangrarme, Hay ausencias que cuestan Gotas de sangre! ¡A la hueva, hueya, Hueya sin cesar, Abrasé la tierra Vuelvasé a cerrar!
Feliciana hizo el mismo gesto de espanto que si despertase de súbito completamente desnuda a la vista de los hombres. Se arrancó del brazo de Maltrana y corrió hacia un árbol inmediato, apoyando en él los codos, ocultando la cara entre las manos. No quería que la viese Isidro. Tenía miedo de mirarle. Ahora lloraba de veras, y gemía entre suspiros: ¡Qué vergüenza, Señor!... ¡qué vergüenza!
¡Señor, por ellos!... ¡por sus madres! gemía doña Luisa reanudando su rezo. Aquí se había desarrollado lo más terrible del combate, la pelea á uso antiguo, el choque cuerpo á cuerpo, fuera de las trincheras, á la bayoneta, con la culata, con los puños, con los dientes. El guía, que empezaba á orientarse, iba señalando diversos puntos del horizonte solitario.
El anciano temblaba de pies a cabeza; veía la silueta de aquel cuerpo vigoroso destacarse negra sobre el fondo claro de la ventana; veía los movimientos del pecho que subía y bajaba alternativamente, que silbaba y gemía como un volcán; sentía el hálito ardiente de la respiración de Roberto en su rostro. Reúne tus ideas, amigo mío repuso suavemente. El joven luchaba por tomar una determinación.
Palabra del Dia
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