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Actualizado: 19 de junio de 2025
Las «soldaderas» hablaban de ella como de una gloria de su sexo, colocándola al nivel de los jefes más célebres de la revolución. Los hombres, por galantería instintiva, admiraban su hazañas, exagerándolas, como si nadie pudiese igualarlas. Todo el ejército repitió lo mismo al hablar de los esposos Martínez. «
Entre los concurrentes de su casa había un viejo solterón de humor alegre, de conversación espiritual, gran aficionado a los libros nuevos, asiduo a las primeras representaciones y muy conocedor de historias inéditas; tan irreprochable en la elección de sus palabras como en la de sus trajes, y fiel a las tradiciones de la antigua galantería francesa.
A despecho de nuestra prudencia y de nuestra ancianidad, he de confesarte que pecamos por un exceso de galantería, y siempre que aparece en nuestra tierra alguna dama extranjera de distinción y aficionada a saber, la recibimos con finísimas atenciones y hacemos cuanto está a nuestro alcance para ilustrarla.
Volvieron a estallar los aplausos con motivo de este regalo, y la atención del público, fija hasta entonces en el matador, se distrajo, volviendo muchos la espalda al redondel para mirar a doña Sol, elogiando su belleza a gritos, con la familiaridad de la galantería andaluza. Un pequeño triángulo peludo y todavía caliente subió de mano en mano desde la barrera al palco.
Celebró conocerla y alabó con insistencia, casi con inoportunidad, el espíritu singular que revelaba el modo de mirar que Adriana tenía. Pero después, aun cuando ambos se prometieron amistad, según el tono de galantería que la plática tuvo, no habían vuelto a encontrarse.
Su galantería solícita la hería como una ofensa, la idea de que era su marido se le hizo insoportable. Iba la ceremonia a celebrarse, según sus deseos, en la casa misma. No hubiera tenido valor para casarse con Muñoz en una iglesia.
Viéndose oprimido por tales vejestorios, el injusto forzador quedó amoscado y estuvo a punto de protestar contra la designación de Emilita y faltar a todas las reglas de la galantería, pero se contuvo. Al tiempo de sentarse se le ocurrió exclamar mirando a entrambos lados y parodiando a Napoleón: Desde lo alto de estas dos sillas, cuarenta siglos me contemplan.
Julita no se anduvo con melindres; tomó la galantería al pie de la letra y se puso a taconear sobre el infortunado sombrero de tal suerte, que si Enrique no acude a tiempo se lo hace pedazos. Está visto que contigo no se puede ser galante dijo de mal humor mientras lo limpiaba con la manga de la chaqueta.
La completa vanidad, el vacío perfecto de todo cariño, de toda estimación y de toda confianza, desde el día de la boda hasta el día de la muerte, se había ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideración mutua, del frío respeto y de la más delicada galantería. Por lo demás, Elisa siempre había pasado por recatada y prudente.
Pocos hay respondió el Estudiante que en ofreciéndose el chiste, miren esos respetos; pero esto lo digo yo en galantería , y la amistad que hay ya entre nosotros. Mas dejando esto aparte, ¿cómo nos ha ido por esos mundos?
Palabra del Dia
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