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Actualizado: 19 de junio de 2025


D. Francisco se excusó con galantería, aprestándose a poner las manos en su magna obra. Empezaba a notar que le eran perjudiciales las salidas de noche... Su cabeza no estaba buena.

Por la tarde, el Padre Alesón visitó a Su Ilustrísima. El obispo se mostró en todo conforme con el dictamen de su hermano en religión. El fraile salió radiante. Cuando él salía, la duquesa entraba. ¿A qué debo el honor de ver a mi señora la duquesa por esta humilde casa? dijo el obispo, con galantería, haciendo un paso de pavana, que le sentaba muy mal.

¿Y usted? pronunció Perico, con unos asomos de galantería a que le incitaban el anochecer, el marido caminando delante y sus inveteradas malas mañas . Y usted, joven y bonita como es, ¿por qué no viene al Casino?

Los dos hermanos quedaron en la habitación que servía de despacho, viendo a la pareja que paseaba por el jardín y acabó sentándose en dos sillones de junco a la sombra de un árbol. Catalina contestaba a las preguntas de su acompañante con una timidez de doncella cristiana santamente educada, adivinando el propósito oculto bajo sus palabras de vulgar galantería.

Si tienes mucho empeño en ello, lo estaré; pero sólo por galantería. Por lo demás, nunca he estado más alegre. Pero la tuya es una alegría marchita... no tiene frescura... no sale del corazón... es una máscara.

Por galantería, el soldado del fusil administró a Amparo un blando culatazo, diciéndole «Ea... afuera...». La Tribuna se volvió, mirole con regia dignidad ofendida, y sacando el pito, silbó al soldado. Después cruzó la puerta que se le cerró en las mismas espaldas con gran estrépito de gonces y cerrojos.

Algunas partidas de cientos que he tenido la fácil galantería de perder con el señor Laroque, me han conciliado los favores del pobre anciano, cuyas débiles miradas se clavan algunas veces sobre , con una atención verdaderamente singular.

Renuncio á describir las mil manifestaciones frenéticas que constituyen la ovación del triunfador salvaje; como renuncio á pintar el sereno orgullo de aquel bello demonio, de aquel majo que reune en su persona, para las mujeres de cierta condición, el ideal del valor y la galantería. ¡Ay del Espada si la suerte le es adversa!

Don Álvaro temía aventurar mucho aquella noche, y creyó lo menos ridículo «hacerse el interesante», según el estilo que empleaban los vetustenses para tales materias. Y dijo con el tono de una galantería vulgar, obligada: Señora, usted donde quiera tiene que llamar la atención, aun del más distraído.

Núñez quedó suspenso y acortado ante aquel exabrupto, pero reponiéndose instantáneamente replicó: Porque eso, señorita, sería una insolencia. ¿Y el burlarse de los que están ausentes qué es? replicó Clara. Lo que usted quiera. Me entrego a las severas pero bellas manos de usted y sólo le pido que no me haga demasiado daño dijo Núñez con galantería un poco irónica.

Palabra del Dia

deshice

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