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Actualizado: 24 de junio de 2025


Sobre un pliego de papel blanco vio destacarse ante su vista el sello rojo que había cerrado en otro tiempo el sobre exterior de los documentos masónicos. Miróle un momento aterrado. Parecíale una gota de sangre.

¿Y crees , Pepe, que el señor Cánovas del Castillo será de tu misma opinión?... Miróle el diplomático con aire de lástima y díjole al cabo: Mira, Pulidito, hijo mío, creo que no soy del todo imbécil... Cánovas no da un paso sin contar antes conmigo. ¿Y ha contado contigo para proponer la candidatura del señor Díaz de la Laguna?...

La señora de Galba dejó caer con espanto la ropa y mirole fijamente. Como no sentía para él el cariño que avivaba la percepción de Carolina, no podía distinguirlo aún de sus congéneres. En un momento recordó la pasada pena, y con vaga sospecha de un peligro inminente, le preguntó cuándo se había marchado de la casa de su amo. ¡Oh, mucho tiempo! Yo no gustar Fiddletown. No gustar Tlevelick.

Miróle el rey Buby muy espantado, y Ratón Pérez, al verle despierto, quitóse el sombrero hasta los pies, inclinó la cabeza según el ceremonial de corte, y en esta actitud reverente esperó á que Su Majestad hablase. Pero S. M. no dijo nada, porque el discurso se le olvidó de pronto, y después de pensarlo mucho, tan sólo acertó á decir algún tanto azorado: Buenas noches...

Miróle Diógenes un momento de hito en hito, pensando sin duda que más presto se conoce la necedad o el talento de un hombre por sus preguntas que por sus respuestas, y díjole al cabo: ¡Ya lo creo!... Ven acá... Y llevándole frente a un espejo, y cogiéndole con una mano por el cogote, diole con la otra una gran palmada en la cabeza, añadiendo muy serio: Aquí tienes a la madre...

El joven replicó que, no pudiendo marcharse aquel día por estar descalzo el caballo de su tío, había venido a la fiesta de Marín, donde se había tropezado casualmente con Rosa. Mirole el seminarista como diciéndole: ¡a con esas! pero se calló respetuosamente.

Entróse, y encontró á la señora María entregada á sus faenas domésticas, y al señor Melchor Argote sentado junto á un fuego mezquino almorzando pan y queso. Dios os guarde, señora dijo don Juan entrando. Miróle la vieja con su vista cruzada durante un segundo, y luego dijo: ¡Jesús, buen mozo! ¡yo os daba por perdido! ¿y de dónde venís, hijo?

Mirole salir gozosa Palo con ojos; mas no era fácil que el regocijo se pintase en su cara, por tenerla casi toda cubierta con un pañuelo, a causa del dolor de muelas y de la hinchazón que estaba sufriendo aquel día. Y aun así no faltaban alrededor de su frente las sortijillas pegadas con tragacanto, ni la canastilla y peinas.

Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando don Quijote tembló, creyendo sin duda alguna que había de decir alguna necedad. Miróle Sancho y entendióle, y dijo: -No tema vuesa merced, señor mío, que yo me desmande, ni que diga cosa que no venga muy a pelo, que no se me han olvidado los consejos que poco ha vuesa merced me dio sobre el hablar mucho o poco, o bien o mal.

El señor, contra las presunciones del granuja, pasó de largo, echándole á la cara una bocanada de humo de su grueso cigarro. Cafetera lo tragó con ansiedad, y retirando de los labios su colilla, se fué detrás del puro. ¿Me da la punta usté? Chocó al interrogado la desvergüenza del raquero. Miróle muy detenidamente, y ¿Quién eres , chicuelo? le preguntó. Yo soy ... Cafetera. ¿De dónde eres?

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