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Actualizado: 2 de julio de 2025


Lo robaban todo, arrasaban los campos, como una nube de langosta, y cuando las tropas hacían alto, encontraban ya la hoguera ardiendo y la comida en su punto. Los primeros contactos entre ambos bandos los realizaban casi siempre las dos vanguardias de «soldaderas». Olvidando momentáneamente su antagonismo, se vendían unas á otras lo que consideraban superfluo.

Al entablarse el combate, las «soldaderas» y sus enjambres de chiquillos se retiraban á retaguardia. Otras veces, si el momento era angustioso, la hembra se mezclaba en la pelea para sostener al compañero herido y seguir tirando con su fusil. Guadalupe vivió así; hizo marchas interminables á pie ó á la grupa del caballo de su hombre.

Lo mismo los defensores del gobierno que los revolucionarios, llevaban con ellos á sus mujeres, apodadas «soldaderas», que eran las que remediaban la ausencia de administración militar, cuidando cada una del alimento de su hombre. Durante las marchas iban á vanguardia, rodeadas de enjambres de niños y con las ropas de la familia formando un lío sobre su cabeza.

Las «soldaderas» hablaban de ella como de una gloria de su sexo, colocándola al nivel de los jefes más célebres de la revolución. Los hombres, por galantería instintiva, admiraban su hazañas, exagerándolas, como si nadie pudiese igualarlas. Todo el ejército repitió lo mismo al hablar de los esposos Martínez. «

Pero como Doroteo obtuvo rápidamente sus primeros ascensos, pronto se elevó sobre la muchedumbre de «soldaderas» de tez amarillenta, cabellera aceitosa y ojos ardientes, asombrosamente flacas. Fué la capitana Martínez, luego la comandanta, y ya no tuvo que avanzar al trote junto á los jinetes, llevando sobre su cabeza el colchoncillo y las ropas que constituían el ajuar andante del matrimonio.

Palabra del Dia

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