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Actualizado: 17 de julio de 2025
El administrador y él se miraron, dirigiéndose una leve sonrisa, no muy halagüeña para mí. Bueno, bueno, venga usted conmigo dijo el complaciente Nieto con resolución entre galante y burlona .Ya veremos si podemos dar con ella. Salí, haciendo una fría inclinación de cabeza al administrador, y seguí al empleado, que comenzó a guiarme por los corredores. ¿Usted no sabe en qué taller trabaja?
Sentía desde su juventud, imperiosa necesidad de ser galante con las damas, frecuentar su trato y hacerlas objeto de madrigales tan inocentes en la intención, cuanto llenos de picardía y pimienta en el concepto.
No alcanzaron siquiera a interesarme los chistes del galante mayoral que conocía los nombres de todo el mundo en el trayecto; que hacía llover cartas, periódicos y paquetes desde lo alto de la vaca; que mostraba sus piernas en frecuente y terrible proximidad a las ruedas, subiendo y bajando cuando íbamos a toda velocidad; cuya galantería, valor y conocimientos superiores en el viaje nos admiraban a todos los viajeros, reduciéndonos a un silencio envidioso, y que cabalmente entonces estaba hablando con varias personas con visible interés y entusiasmo.
Jamás una palabra de galantería, pero sí una confianza absoluta y la deferencia lisonjera de elevar la conversación cuando se dirigía a ella, demostrándole de ese modo tan galante, sin decirle una palabra, que con ella no podía hablarse vulgaridades como a las demás, porque estaba mucho más arriba de todos y de todas. Un día supo que había roto sus relaciones con Lucy Marry.
No, no; de veras, no puedo pasar nada en este momento. ¿Y si te lo mando yo? dijo la joven. Después que lo dijo se puso colorada. Entonces, desde luego lo tomo... A ti no puedo negarte nada replicó él acercando el plato. Aquella tan galante réplica, produjo una penosa impresión de frío en Cecilia. Para no dejarla ver, salió precipitadamente de la estancia.
¿Qué ve usted a lo lejos, en el camino? preguntó el galante coronel, observando que desde hacía algunos minutos la atención de la señora Moreno se fijaba hacia aquel punto. Una nube de polvo dijo con un suspiro la interpelada. Veo el rebaño de la hermana Ana.
Y habló del pasado de la artista; de aquella historia galante y tormentosa, exagerada por la leyenda; los amantes a docenas, su cuerpo desnudo reproducido en estatuas y cuadros; la mirada de toda Europa corriendo sobre su belleza, con la confianza del que entra en su casa, conociendo hasta el último rincón. ¡Vaya una virginidad para volverse loco! ¿Y por esa conquista lo iba a perder todo?
«Tengo que ser galante con ella... cariñoso... las conveniencias lo exigen...» me decía, dirigiendo una mirada a Yolanda, colocada a mi derecha. Su codo me rozaba ligeramente el brazo, y la sentía temblar. «Es de hambre»; pensé. Yo también; no había comido nada todavía.
Es el uno un poeta, cuyos versos sonoros, religiosos y sentimentales, me conmueven y divierten poquísimo; pero que en prosa es un truhán bastante ameno y buen chico en el fondo. El otro es la flor de los caballeros principales: discreto, galante, gracioso y con un pico de oro para entretener a las mujeres y a todo el mundo cuando está de humor y se pone a charlar.
Prometía la cena del miércoles ser muy divertida, amenizándola con sus chistes un criado muy gracioso que tenía don Andrés y que hacía en todas las procesiones el papel de Longino, soldado fanfarrón y galante antes de dar la sacrílega lanzada y ciego después, que persigue al lazarillo, el cual se le escapa y le hace en las procesiones mil burlas y perrerías.
Palabra del Dia
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