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Actualizado: 17 de julio de 2025


Los veo pasar muchas veces... Tiene usted una buena figura á caballo, Alain. El señor es demasiado galante. La señorita tiene mejor figura que yo. Efectivamente, es una joven muy bella. ¡Oh! perfecta, señor, y lo mismo por fuera que por dentro, como la señora de Laroque su madre. Diré al señor una cosa.

Quise aparecer y aparecí a sus ojos como la más fina y complaciente de las amigas, como bastante capaz de entender y de apreciar el valer y las excelentes prendas de toda su persona y como no indigna de obtener su amistad y su aprecio; pero todo, sin llegar a ser y sin mostrarme siquiera profundamente enamorada, y sin propender a infundirle de otro concepto que el de una mujer alegre, fácil y galante.

Y aquella vida galante de la corte le producía cierto deslumbramiento como los fulgores de un sueño feliz. Cuando había estado en Madrid, su cualidad de provinciana rica, no le había consentido gozar más que de los teatros, de los paseos en coche por la Castellana, de las tiendas y las calles. De la corte, de sus saraos y regocijos, había permanecido tan distante como en Sarrió.

El coronel, tan galante en el Casino, tan besador de manos, se mostraba intratable, como un dragón guardador de tesoros, cuando le proponían una visita, aunque sólo fuese á los jardines. Sin permiso del príncipe nadie franqueaba la verja. Y al llegar de París, ni siquiera me he aproximado á tu propiedad. Me dabas miedo. ¡Si hubieses podido ver qué aire de salvaje tenías la otra tarde!

Neptuno, porque a nadie sino a este había pedido él cita alguna; mas extrañábale, por lo mismo, la singular manera de su redacción y el empeño manifiesto que en ella se notaba de encubrir todo lo que pudiera denunciar su carácter masónico y hacerla tan sólo como una cita galante y misteriosa, según la había juzgado ya, engañándose por completo, la misma Currita.

Por supuesto, que sus indicaciones fueron hechas con exquisita discreción. ; aquel hombre lo tenía todo: galante, fino, cariñoso, espléndido, inteligente, bien educado... hasta guapo mozo, que es la última de las condiciones que debe exigir la mujer. ¡Vaya si era guapo! ¡Qué modo tenía de mirarla! Sus expresivos ojos sabían decir cuanto callaba su comedida lengua.

No sucede como en nuestras antiguas comedias, donde casi nunca hay madre. En lugar de la madre, pone el poeta a un personaje muy cómico, y bien caracterizado: a una vecina, ya de años, vulgar, aficionada a conversación, falsa devota, y con otras malas cualidades, que la hacen apta para mediar en cualquier intriga galante.

Los brazos varoniles escogían con galante zarpazo entre las atlotas agrupadas. «¡!...» Y a este monosílabo seguían el tirón de conquista, los empellones, que equivalían a un título momentáneo de propiedad, todos los extremos de una predilección rudamente ancestral, de una galantería heredada de remotos abuelos en la época obscura en que el palo, la pedrada y la lucha a brazo partido eran la primera declaración de amor.

, ya pregunto; y, realmente, siempre está allí. En cuanto llamo, viene él mismo al aparato. Me dice unas cuantas tonterías porque, eso , es de lo más galante pero, hijita, se queda allí. Entonces, tus celos... Tengo celos del Jockey. Porque si el Jockey está antes que yo, ¡que se hubiera casado con el Jockey! ¿No te parece? No, no me parece.

Cuando puesta en contacto con Félix Aldea apreció su valer y notó su inclinación por ella, se fijó primero, pensó después, vaciló luego, y finalmente llegó a decirse que aquel hombre joven y juicioso, hermoso y varonil, obsequioso sin afectación, galante sin lisonja, era quien mejor merecía, si no su amor, al menos aquella simpatía que la mujer dispensa como prólogo de más dulces concesiones.

Palabra del Dia

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