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Actualizado: 17 de julio de 2025
Al despertar y serenarse, un gesto suyo de resignación, un adiós humilde, habían dado a entender a Fernando que no se hacía ilusiones acerca del porvenir. Todo estaba concluido. Y cuanto él i dijese por restablecer el pasado sería piadosa mentira, falsedad galante para enmascarar su decepción.
El presidente le hizo las preguntas de la ley, en tono respetuoso y hasta galante. Respondió con notable claridad y precisión. ¿Es cierto le preguntó el presidente que ha sido usted objeto de una agresión maliciosa y escandalosa por parte del procesado? Sí, señor. Relate usted lo ocurrido en la forma que usted crea más oportuna, sin separarse de la verdad.
Amaranta y la condesa permanecieron allí, y D. Pedro, como hombre galante no las dejaba de la mano. Gabriel me dijo Amaranta es preciso que te decidas a trocar tu uniforme a la francesa por este español que lleva nuestro amigo.
Esta sensatez en materia de consecuencia me maravilla, y me da motivo para decir que el pueblo francés es voluble, hasta el punto de contradecir su propio carácter. Las enseñas mercantiles é industriales son para mí un objeto de gran distraccion. Al zapato galante.
Roger había suspendido la pintura de la famosa muestra y contemplaba admirado aquel tipo del guerrero de la época tan nuevo para él, y que en corto espacio habíase mostrado duro y violento, galante, generoso, sonriente y apacible por fin, seguro de su fuerza y satisfecho de sí mismo. En aquel momento acertó á mirarle el arquero y vió la sorpresa y la curiosidad retratadas en el rostro del joven.
Siéntate, querida mía y cuéntame tus infortunios, que estoy pronto a vengar como galante caballero. ¿Mi hermana te ha hecho rabiar? ¿Mi madre te ha puesto mala cara o mi tío demasiado buena? La señora de Candore ha despedido a la institutriz de su hija, Raúl; acaso acogerá a la mujer de su hijo. ¡Oh!
Doña Luz, lejos de ofenderse, se reía de esta comparación poco galante, y seguía viviendo en la casa del antiguo administrador. Por otra parte, la independencia de doña Luz era perfecta. Tres o cuatro cuartos le pertenecían exclusivamente en la casa, y estaban amueblados con el gusto más primoroso.
Al principio, en sus largas conversaciones con Fernanda, aparecía sereno, galante, no perdonaba medio de demostrar a su ex-novia su admiración y rendimiento. De repente comenzó a perder el aplomo, a huir todo asunto relacionado con sus propios sentimientos, a evitar las frases galantes. Fernanda no se equivocó.
Tal era la vehemencia de su afabilidad, que no me ofreció el más ligero intersticio para colarme con una respuesta a su saludo o una satisfacción galante a sus excusas.
Gasté su caudal y su nombre, porque fuí una mujer galante, una aventurera; porque en mi sed de gozar me olvidaba de mi honra, como me había olvidado de mis padres, como me había olvidado de mi esposo. ¡Oh! ¡oh! vos sin duda exageráis, señora. Os digo la verdad; no he querido engañaros.
Palabra del Dia
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