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Vivía de tu vida y si dilapidaste tu fortuna, me harás la justicia de confesar que nunca te incité á ello ni tuve nada que ver con tu ruina. me revelaste el amor. Antes de conocerte, sólo había tratado indiferentes; mi marido y algunos botarates de mi país que ningún poder tenían sobre mis sentidos. me volviste loca el primero y me adherí á con un ardor igual á la dicha que me dabas.

27 Y los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron; y en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y desde los cielos los oíste; y según tus muchas miseraciones les dabas salvadores, que los salvasen de mano de sus enemigos.

Miguel le escribía: «Aún siento, picaronaza, tus manos entre mis cabellos y aún me duelen los tirones que me dabas. Media hora por lo menos tardaba tu doncella Rosalía en ponerme la cabeza como la de un querubín; y ni un segundo siquiera en dejármela como una selva enmarañada! ¿Conservas fidelidad a los gatos?

Como que no tenía otra cosa que jacer... respondió el mozallón admirado de la pregunta. Sin acordarte maldita la cosa insistió Neluco , del susto que dabas a tu familia y a todo el pueblo... Se encogió de hombros el interpelado, como si entonces cayera en ello por primera vez.

El coronel, tan galante en el Casino, tan besador de manos, se mostraba intratable, como un dragón guardador de tesoros, cuando le proponían una visita, aunque sólo fuese á los jardines. Sin permiso del príncipe nadie franqueaba la verja. Y al llegar de París, ni siquiera me he aproximado á tu propiedad. Me dabas miedo. ¡Si hubieses podido ver qué aire de salvaje tenías la otra tarde!

los viste lanzarse á la pelea, Blandir la espada, sacudir la tea, Vencer, y caer en la pujante accion Mientras que , cruzando las esferas Dabas aire de Chile á las banderas, Y fuego del patriota al corazon.

Fijándose bien, pudo distinguir la cara escrutadora de doña Lupe que la observaba... «¿Qué tienes?... Me has asustado. ¡Dabas unos mugidos...!, y de pronto te echabas a reír, ¡y se te escapaban unas palabritas...!». A las reiteradas y capciosas preguntas de su tía, contestaba evasivamente y con mucha torpeza. «¿En dónde has estado hoy?

Pero entonces eras realista y andabas al rabo de Otolaza para que te hiciera limpia-polvos de alguna cocina. Entonces dabas vivas al Rey absoluto, y en la estudiantina del Carnaval le ofreciste un ramillete en el Prado. Anda, aprende conmigo, que, aunque barbero, he sido siempre liberal, , señores.

No le amo: prendado de mi hermosura me pidió en casamiento, y yo solo consentí con la esperanza de ser repudiada. No comprendo á qué fin te has envilecido pasando por el tálamo de un hombre á quien no dabas tu .