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Por su infinita comprensibilidad ideal, acostumbran las clasificaciones de la crítica a personificar en él el alegre escepticismo de los dilettanti que convierten en traje de máscara la capa del filósofo; pero si alguna vez intimáis dentro de su espíritu, veréis que la tolerancia vulgar de los escépticos se distingue de su tolerancia como la hospitalidad galante de un salón del verdadero sentimiento de la caridad.

El tipo del magistrado moderno estaba bien representado por aquel abogado de cuarenta años, guapo, galante, espiritual, muy elocuente y muy aferrado al código pero que olvidaba completamente sus graves funciones cuando estaba en sociedad y sólo se ocupaba en gozar de la vida entre hombres de talento y mujeres amables.

En la recaída tiene a este hombre a su lado, que se afana por entretenerla, que la aconseja bien y lleva sus miramientos y delicadezas al extremo de olvidar, o de aparentar que olvida, que hay entre ambos un duelo galante convenido y aun comenzado.

Cárlos VII en efecto habia sido innovador secundando las ideas proclamadas por un concilio; Cárlos VIII lo habia sido tambien introduciendo en Francia el arte renacido de la Italia; pero ninguno mas apasionado por las nuevas ideas italianas que el galante y caballeresco émulo de Cárlos V, por cuya mediacion se consumaron en la monarquía de S. Luis el ostracismo definitivo de la civilizacion gótica espiritualista, y la exaltacion perpétua del principio materialista en todas sus formas.

Y este hombre galante, que es una especie de español de los que ya no se ven, me abandonó á mis reflexiones. 1.º de octubre. ¡Singular acontecimiento! Aunque sus consecuencias no hayan sido hasta aquí de las más felices, me ha producido mucho bien. Después del duro golpe que me hirió, había quedado como entorpecido por el dolor.

Había, no obstante, en sus ruegos un tinte de frialdad que dejaba traslucir, para el espíritu penetrante de una mujer, el sordo disgusto y la tristeza que en el fondo del alma sentía. Alzóse del diván; bajó el velo del sombrero. Pepe aún insistía por mostrarse galante y desagraviarla.

No digo más que la verdad. ¡Si creerán que es plato de gusto estar pensando en si baja o si sube el papel, escribir cartas y endosos y andar camino del Banco! Imagino yo, Pepa manifestó el general con sonrisa galante que por más que diga, usted tiene afición a los negocios. ¿Imagina usted? ¡Qué raro!

¿Os imagináis exclamó, que me caso con el notario por su cara? ¡Para eso me hubiera casado con mi primo Rodrigo, que, aunque menos rico, es mucho más guapo que él! Doy mi mano a M. L'Ambert porque es un hombre galante, que ocupa una posición envidiable en el gran mundo; por su carácter, sus caballos, su hotel, su talento, su sastre; todo en él me agrada y me encanta.

En las horas de opulencia, Barriobero adorna su translúcida persona con un deleite de «dandy». ¡Oh, qué admirables chalecos bordados, dignos descendientes de las pomposas chupas del tiempo viejo, cortesano y galante! Estos chalecos merecen por solos un apologista tan atildado y erudito como lo fueron Barbey y Jorge Brummel.

En nuestra vida de artistas es imposible avanzar un paso sin despertar el odio del camarada, la más implacable de las pasiones. Y ¿sabe usted lo que han dicho de esas buenas gentes? Pues que soy una mujer galante más bien que una artista; una especie de cocotte que canta y se exhibe en el escenario como en un escaparate. Eso es una infamia dijo Rafael con arrogancia.