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Actualizado: 17 de julio de 2025


»Después de la comida nos trasladamos al salón, cuyas puertas vidrieras daban al parque; el conde de Pópoli, sentado cerca de , mostrábase tan galante como se lo permitían sus costumbres de cazador. »Carlos entró, y en su alegre mirada, llena de dulzura, conocí que Teobaldo le había prevenido. Acababa de despedirse de mi tío, pues debía marchar a una granja a la mañana siguiente.

Y á la verdad que no era fácil conocer si tan elocuente expansión de bondad y afecto era verdadera ó simplemente un ardid galante de los que también usan los seductores. ; pero entre tanto dijo la muchacha, usted me compromete; usted me pierde para siempre. Si viene alguno de la casa y lo ve, ó descubre que ha entrado aquí....

Una salva de aplausos los hace reaparacer cogidos de la mano los que hace cinco segundos se perseguían y se iban á pegar, saludando aquí y allá al galante público manileño y cambiando ellas miradas inteligentes con varios espectadores.

El aislado pabellón y las precauciones tomadas para sustraerse a toda clase de indiscretas miradas, daban a aquella cita un aspecto galante que de una manera deliciosa conturbaba su corazón de viejo soltero. Al dejar el vaso sobre la mesa, volvió Delaberge hacia la señora Liénard su mirada tiernamente interrogativa.

Al seguir el muro exterior del jardín, Ferragut encontró á las dos señoras. Cotemplaban las flores á través de los barrotes de una puerta. La más joven expresaba en inglés su admiración por unas rosas que balanceaban su púrpura en torno del pedestal de un viejo fauno. Ulises experimentó un irresistible deseo de mostrarse intrépido y galante.

No hay calumniadores en esta casa, señor mío. Busque usted otro terreno para sus hazañas de galante caballero. La hubiera estrangulado, pues conocía que estaba mintiendo y tratando de despistarme.

El conde Baltasar Castiglione es más galante y dedica á la reina todas sus alabanzas. Según él, ni en su tiempo ni en siglos atrás hubo en el mundo rey ó príncipe que merezca ser comparado con doña Isabel la Católica.

Primera: porque hay cosas que son como la carne que está podrida; tienen un olor que las denuncia. Yo veia lo que me iba á suceder en el gracioso restaurant Champeaux. Segunda: porque no queria ser servido por caballeros de frac negro, corbata blanca y cabellos de dama galante.

Convengo que en este punto no soy de más calibre que otro cualquiera; pero, como me ha hecho el honor de decir, soy un hombre galante. Verdaderamente, cuando nos conozcamos mejor no lo dudará.

En esta noticia dijo Maravillas a su padre , no hay nada, absolutamente nada de particular; de particular malicioso, se entiende: la relación, hasta galante y cortés, del caso que se refiere de público en la villa. Pues enseguida viene la Variante histórica... fíjese usted bien, histórica, a la fábula de Hero y Leandro.

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