Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


En esto dije á D. Alvaro y á Guimarán y á Copones que fuésemos á mi tienda, y que no se dijese nada por no alterar el campo, y así se hizo, mostrando Don Alvaro que tenía gran esfuerzo y que no vendría allí el armada en dos ó tres días, diciendo que se repararían en Trípol y tratarían con Dragut, y otras cosas, y quiso que nos sentásemos á cenar; y yo, porque mi diligencia no paresciese menos ánimo que el suyo, hice lo que quiso y enviamos á Guimarán á que procurase con Juan Andrea que me enviase los esquifes, pues parescía que no convenía que yo me embarcase y dejase la gente que había de ir, especialmente siendo tanto daño quedando el agua limitada, y á la verdad, como no me puse á cenar con gana ni con sosiego, no lo pude sufrir y dije á D. Alvaro: «Dejemos esto, señor; entendamos en lo que hemos de hacer; no es tiempo de cenar con reposo;» y así, hice llamar á mi secretario, entre tanto que Guimarán volvía, y firmé y despaché algunas cosas necesarias, y hice embarcar en los pocos barcos que había á mi hijo y á la mayor parte de mi casa, y ordené á la gente que había de embarcarse que estuviese á puncto á la marina, esperando los esquifes, pudiendo venir todos como vino él en uno, siendo tan necesario desembarazar aquella plaza de la gente sobrada por razón del agua, y dijo cómo Juan Andrea y los otros caballeros y capitanes de galeras se habían juntado en Consejo, y resuéltose que las naves se levasen y se fuesen, y partirse ellos aquella noche, porque cuando el armada viniese el día siguiente de Trípol, donde presumían que estaría, no les hallase allí; y que no había para qué enviar los esquifes, sino que yo y Don Alvaro nos metiésemos en el que él venía y que nos fuésemos, porque no esperaban otra cosa que á mi ida, y que D. Sancho de Leyva decía que no era razón que yo por dejarme de embarcar pusiese en peligro que se perdiese aquella armada de S. M.; y acordándome yo que había dado mi palabra como caballero de no dejar en Berbería á los tudescos, y de ponerlos en tierra firme y de cristianos, envié á llamar al Coronel y á los otros oficiales y díjeles lo que me enviaban á decir de la mar y el término en que estaban las cosas, y que viesen lo que de querían, que el armada se podía ir muy bien sin , y no yo sin cumplir mi palabra.

Al tercero dia cogimos en un bosque muchos Mbayás con sus hijos y mugeres, pero no eran los que buscabamos, sino amigos suyos, que no tenian el menor recelo de que fuesemos á ellos: no obstante pagaron por los culpados, pues cuando dimos en ellos, matamos y cautivamos, con indias y sus hijos, cerca de 3,000, y sino anochece, ninguno escapa, porque todo el gran número de este pueblo se juntó en un monte rodeado de bosques.

Necesitaba olvidar, y sabía dónde le esperaba el olvido. Sus pies de jugador sintieron el mismo irresistible deseo de actividad que los del ebrio cuando piensa en el mostrador del bar. Castro y Spadoni cruzaron con él varias miradas. ¿Si fuésemos á dar una vuelta por el Casino? propuso uno. Y los tres desaparecieron.

Pero Desnoyers ante toda afirmación hecha con tono altivo sentía un impulso hereditario de agresividad, y dijo fríamente: Es como si yo le quitase á usted el reloj y luego le propusiera que fuésemos amigos, olvidando lo ocurrido. Aunque usted pudiera olvidar, lo primero sería que yo le devolviese el reloj.

Por esto digo a usted que de amor no le quiero y me parece que no le querré nunca. Pero lo que es por amistad, debe usted contar conmigo hasta la pared de enfrente. ¿Por qué no se contenta usted con esa amistad? ¿Por qué me pide usted lo que no puedo ni debo darle? No sería flojo el alboroto que se armaría en el pueblo si usted y yo fuésemos novios y el noviazgo se supiese.

Si no fuésemos a creer sino lo que comprendemos, apenas creeríamos nada. Acudía a veces a la memoria de Poldy un cuento de las Mil y una noches, y se deleitaba en presumir que lo que a ella le pasaba tenía algún parecido con dicho cuento. En las más elevadas regiones del aire, se encontraron una noche un hada y un genio que iban volando en opuestas direcciones.

Y últimamente, si nuestras razones no son oídas porque no tenemos entendimiento para penetrar los justos motivos que para esto tienen los soberanos, ya no tenemos ni tendremos otro consuelo que clamar al cielo y entregarnos desde luego á la muerte; que en estas circunstancias será el único alivio en nuestras penas; pero aún esta puerta que la abrió liberal nuestro Redentor que derramó su preciosa sangre por redimir nuestras almas se nos vaya cerrando con la cierta amenaza de que si no dejamos los pueblos se han de ir nuestros Padres Curas para que ni tengamos el consuelo de adorar á nuestro Redentor en el Sacramento del Altar, ni el de oir una misa ni el de tener con quien confesarnos para morir como cristianos, sino que perezcamos como si fuésemos bárbaros ó infieles.

Luego de la accion despaché 200 hombres para arrear nuestras caballadas y ganados, que como he dicho las dejé á 6 leguas de distancia, con la custodia correspondiente, y me mantuve en el campo de batalla todo aquel dia, corriendo los cerros inmediatos por ver si se dejaban ver enemigos: como de facto se logró tomar algunos; y como á las cuatro de la tarde se descolgó de la serranía una china montada en una yegua, y se nos entregó, creyendo fuesemos de los suyos, segun despues dijo.

Si fuésemos á contestar á los yankees con suma igual de injurias á las que les debemos, nos pareceríamos á dos enjambres de verduleras que se ponen como hoja de perejil, con el Atlántico de por medio. Y las injurias de los escritores de los Estados Unidos contra nosotros no son de ahora, con ocasión de la guerra de Cuba, sino que vienen de muy atrás.

Te quiero suspiró, sin saber lo que decía , te quiero; ¡pero lo otro, no!... Amémonos como si fuésemos muchachos. Es ridículo á nuestra edad... ¡pero tan dulce! En aquel momento, el alma de Lubimoff era igual á la suya. Este simple beso le pareció el mayor de los placeres que había conocido. Encontraba á la vida un encanto nunca sospechado.