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Actualizado: 28 de julio de 2025


Un hombre rico ó linajudo podrá descuidarse en el vestir, usar ropa como de artesano ó de labrador; abandonar para in æternum el frac, la levita y hasta el sombrero de copa; pero la señora de la casa no saldrá nunca á la calle sino de tiros largos, con arreglo á ordenanza, «como quien es», según dice ella enfáticamente.

Un garçon de frac negro y corbata blanca se acerca á nuestra mesa. Mi mujer pide un , y yo una copa de Madera con bizcochos. La orquesta rompe, se abre la puerta del fondo del teatro, y aparece la jóven que vimos venir sola, presentada por el tenor, el cual la trae cogida de la mano con el mayor refinamiento. El principio fué muy desgraciado para nosotros.

Un criado arreglaba su habitación, limpiaba su ropa y le ayudaba a vestirse. Muchas veces se vestía en el mismo Club, haciéndose traer el frac y la camisa. La de Peñarrubia utilizaba al muchacho para sus recados y aun para servir la mesa cuando tenía invitados. No; ahí no, Elena... Siéntate aquí. Y después que la tuvo acomodada la condesa sentó a su lado a Gustavo Núñez.

Las inquietas llamas, moviéndose de un lado para otro, agitaban como abanicos los faldones del frac, los bajos de blanca muselina y las cintas de raso de los bebés. El fuego jugueteaba como una fiera con sus víctimas antes de devorarlas.

Y después, ¡qué respetable cara con sus largos cabellos blancos y su frac marrón! ¡qué aire más bondadoso cuando llevaba a la espalda a los hijos del viejo Cerisoët, el artillero, o les hacía barquitos de corcho! Solamente yo le hacía siempre un reproche a ese pobre Kernok, se había aficionado demasiado a la gente de sotana. ¡Ah! ¡porque era mayordomo de la parroquia!

La población toda estaba de gala. Los hombres, bien afeitados, pues la víspera quedaron abiertas las barberías y afeita que afeita hasta muy dadas las doce. Los señores más importantes y ricos, cuantos recibían el tratamiento de don, estaban de levita y castora, hasta con frac dos o tres, el escribano entre ellos.

A me pareces otra cosa: un orillero de Palermo con ínfulas de hombre de campo dijo Lorenzo. Mejor estaría de frac y sombrero de copa, ¿no?... ¡Sin duda! Cuando menos, Melchor, estarías en traje más propio de tu condición. En ese momento apareció Ramona y dirigiéndose a Melchor le entregó un perfumado pañuelo de manos, diciéndole: Tanto pedírmelo y se iba sin él. Es verdad, gracias.

Al fin, cansadas de su paciencia, le dejaron en paz. El adorable Pablito, vestido correctamente de frac, con una flor blanca en el ojal, llevaba a cabo mientras tanto la conquista de cierta hermosa hebrea, hija de un comandante de artillería que acababa de llegar.

En las noches tibias del trópico, bajo una luna enorme de color de miel que convertía el mar en planicie de azogue, los ejecutantes, vestidos de frac y sentados en la cubierta superior ante las filas de atriles iluminados por lamparillas eléctricas, iban desarrollando en una atmósfera dormida que guardaba tal vez los primeros vagidos del nacimiento del planeta las melodías más originales, las combinaciones de sonidos más refinadas que engendró el sublime delirio del artista hecho dios.

Si todos los esfuerzos de la imaginación no bastarían a representarnos a Cristo de frac, tampoco hay razonamiento que nos pueda convencer de que esta comedia palaciega tiene nada que ver con el Evangelio. Los platos eran tomados en la puerta, de manos de los criados, por las estiradas personas que hacían de camareros en tan piadosa ocasión.

Palabra del Dia

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