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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Buscaba una elegancia personal; quería ser un señor distinguido, pero que denuncia en su modo de llevar la ropa á un hombre acostumbrado al uniforme: algo así como el aire de un mariscal napoleónico obligado á vestir el frac. Su cabeza fué objeto igualmente de grandes retoques.

Bueno: ¡otro adiós! adiós, mamá; adiós, muchachas; díganle a tata que no me despido otra vez por no despertarlo, y escriban, ¡eh! y no se olviden del frac y luego, dirigiéndose al cochero: vamos a casa de Merrick, ¿sabes? en la avenida. El señor Ricardo está ya en casa; yo fui a buscarlo. ¡Ah! entonces vamos allá.

Pero por un contraste singular, el calavera temerón, una vez militar, afecta no llevar el uniforme, viste de paisano, salvo el bigote; sin embargo, si se examina el modo suelto que tiene de llevar el frac o la levita, se puede decir que hasta este traje es uniforme en él.

El novio tenía en efecto la fisonomía truhanesca del dios del amor, y con un poco de buena voluntad se podía tomar por aljaba la joroba en su máximum, que la severidad del frac no llegaba á ocultar. Don Timoteo empezaba á sentir dolores de cintura, los callos de sus piés se irritaban poco á poco, su cuello se cansaba y ¡faltaba aun el Cpn. General!

He aquí, pues, la pobreza; no ya la pobreza oculta, orgullosa y poética que mi imaginación soportaba valientemente á través de los grandes bosques, de los desiertos y de las llanuras, sino la miseria positiva, la necesidad, la dependencia, la humillación, y algo peor todavía: la amarga pobreza del rico caído, la pobreza de frac negro que oculta sus manos desnudas á los amigos que pasan.

Aún hay más: el hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad, rechaza con desdén su lujo y sus modales corteses, y el vestido del ciudadano, el frac, la capa, la silla, ningún signo europeo puede presentarse impunemente en la campaña.

En mitad de los jumeones descollaba el hermano mayor de la cofradía, con túnica de seda azul sobre el frac, y empuñando larga pértiga de plata.

Los criados, vestidos de frac, servían a los señores en trajes de campo o despechugados durante las calurosas tardes de verano. En Semana Santa y otras grandes fiestas de Sevilla, cuando ilustres aficionados de toda España se presentaban a saludar a los Cuarenta y cinco, la servidumbre iba de calzón corto y peluca blanca, con librea roja y amarilla.

¿Qué deseas que yo te ordene? replicó ella con una acritud mal disimulada por su sonrisa. Comer con vosotros esta tarde, si me lo permitís. Pues bien, ve á ponerte un frac y vuelve á las siete. Muchas gracias. Voy á Montretout. Durante mi ausencia tendréis el tiempo necesario de preparar á nuestros parientes y amigos para mi aparición.

No le gustaba discutir y reía rara vez, pero su sonrisa estaba llena de una gracia afable que no carecía de grandeza. La alegría, convengo en ello, le hubiera sentado mal. Intentad representaros un don Quijote joven, vestido de frac. A primera vista no se distinguía más que por sus negros bigotes, puntiagudos, lustrosos.

Palabra del Dia

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