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Actualizado: 28 de julio de 2025


Por ese camino podríamos declarar que los atenienses del tiempo de Platón no eran un pueblo «civilizado», porque no usaban cuello duro ni frac, ni montaban en silla inglesa, como lo deseaba Sarmiento. Todo esto significa que el Facundo subsiste en cuanto es un libro de intuición racial de emoción literaria.

Contra el testimonio de sus propios ojos alegaba el instinto, una voz interior que le señalaba sin cesar a su enemigo. Apareció éste en la tertulia. Saludó fríamente a Amalia y se fue derecho al gabinete; pero Manuel Antonio le retuvo tirándole por el faldón del frac. ¿Dónde vas, Luis? Ven aquí, muchacho; no te nos enfrasques tan pronto en el juego.

Concluido este cuasi sermón, cesé de oír: y a poco cesé de ver: dejado de la mano del ser fantástico que me sostenía sobre Babel la nueva, volví a caer en París, donde me encontré rodeado entre la confusión de palabras vestidas de frac y de sombrero, que a pie y en coche corren las calles de la gran capital.

Un retrato al óleo, de tamaño natural, llenaba todo un lado del despacho. El marqués aparecía en el lienzo de pie, vestido de frac, con todas sus condecoraciones, apoyando un codo en la chimenea de su salón y sosteniendo con la diestra mano su frente cejijunta cargada de pensamientos. Una obra maestra.

El duque llevaba la cinta de sus condecoraciones sobre un frac más raído que el de un maestro de escuela. La entrevista fue fría y solemne. La señora de La Tour de Embleuse no podía hacer buena cara a los que especulaban sobre la próxima muerte de su hija.

Y como el baile era de etiqueta, la más florida juventud se quedaba a la puerta. Unos fingían desdeñar el ridículo placer de dar vueltas por allí como una peonza... para nada. Otros hacían alardes de desidia, de escepticismo, de cualquier cosa que fuera incompatible con el frac, según ellos.

Watson preguntó á Robledo si les acompañaba á la Opera. No; voy haciéndome viejo, y me molesta ponerme de frac y guantes blancos para escuchar música. Prefiero quedarme en el hotel. Veré cómo acuestan á Carlitos... Le he prometido un cuento.

Y a pesar de su odio contra la civilización europea y a pesar de su vida y hábitos de gaucho, se allanaba y se resignaba, con naturalidad y sin esfuerzo, a aparecer, en la vida y trato de las ciudades, como un caballero atildado, pulcro y bien vestido, ya de frac, ya de levita, a la última moda, con botas de charol, y por las noches con corbata blanca y guantes amarillos o lilas.

La Regenta vio enfrente de a don Álvaro, del brazo de Quintanar, su inseparable amigo. El frac, la corbata, la pechera, el chaleco, el pantalón, el clac de Mesía, no se parecían a las prendas análogas de los demás. Ana vio esto sin querer, sin pensar apenas en ello, pero fue lo primero que vio.

No te envidio el papel; debe de ser poco divertido. ¡Oh, es tristísimo! Pero le prefiero al de amante desdeñado. Si no te conozco, ¿cómo puedo darte esperanzas? Pues bien; ¿quieres conocerme? Ya te he dicho que . Mañana corresponde a tu turno en la ópera. ¿No es cierto?... El joven que veas con una camelia blanca en la solapa del frac, ese soy yo.

Palabra del Dia

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