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Actualizado: 8 de junio de 2025
Dijérasme: «Padre mío, Yo soy mujer flaca y débil; Caséme contra tu gusto, Yerros de amor oro tienen.» Perdonárate yo entonces; Que no es posible eligieses Hombre tan vil, siendo cuerda, Y en virtud é ingenio un fénix. Cualquier hombre te dijera, Por vil y bajo que fuese; Y no pude el que me dió Para marido mi suerte.
De la pelusa que tiene le van a salir más canas, y se va a poner como un alambre de flaca. ¿Pero qué remedio tiene sino conformarse...? Bastante he penado yo... que pene ahora ella. ¡Ah!, siento pasos. Francamente, no quisiera que me viera nadie, porque empezarán a decir que si salgo o no salgo, y no me gustan refirencias. Me parece que es D. Plácido el que sube.
Ramoncita me alargó su mano, flaca y pálida también, y me preguntó rápidamente cómo estaba. Después, sin aguardar siquiera mi contestación, se volvió hacia sus amigas, que me miraban con un poco más de curiosidad, y anudó con interés la conversación interrumpida.
Una flaca quedaba en su bautismo con la designación de «sardina»; otra obesa recibía el nombre de «tritona». Maud pareció cansarse de esta ceremonia. Miraba a todos lados, pero evitando que sus ojos se encontrasen con los de Fernando. Un pasajero se acercó a las dos señoras con la gorra en la mano y el aire galante, lo mismo que si se ofreciese para una danza.
Los hombres estaban sentados en buena compañía, con unas cuantas monedas de plata sobre la mesa y una flaca bolsa de piel de gamuza en las manos. Están armando... algún juego. Ya se las arreglan contestó a Juanito y volvió a sus fricciones. Me gustaría ser mano y ganar dinero dijo reflexivamente Juanito, después de un corto silencio.
Las facciones de aquel rostro se acercaban al canon griego y casaba muy bien con ellas la dulce seriedad de la fisonomía. En esta figura larga, pero no sin gracia, espiritual, no flaca, solemne, hierática, todo estaba mudo menos los ojos y la dulzura que era como un perfume elocuente de todo el cuerpo. Era la doncella de doña Paula, Teresina. Dormía cerca del despacho y de la alcoba del señorito.
Este tuvo cuenta con la poca gente que venía, y con ver que mucha della estaba flaca y maltratada. Dió de todo relación á los moros, persuadiéndoles que nos diesen la batalla y peleasen antes que hacer acuerdo alguno con cristianos. Otro día bien de mañana comenzó á caminar el campo, marina á marina, en muy buena orden, la vuelta de los pozos, donde habíamos de alojar.
Tuvo valor para mostrarse fría con él, para cortar el paso a la confianza, para negarle la mano, para todo, hasta para verle despedirse.... Pero en cuanto le vio salir tropezando, «ciego de amor y pena», creía ella, una lástima infinita le inundó el alma, y tembló de miedo; su seno se hinchó con un suspiro... y la carne flaca tropezó con el Cristo amarillento de marfil que el Magistral había regalado a su amiga para que lo llevase sobre el pecho.
Apeóse don Quijote y abrazólos estrechamente; y los mochachos, que son linces no escusados, divisaron la coroza del jumento y acudieron a verle, y decían unos a otros: -Venid, mochachos, y veréis el asno de Sancho Panza más galán que Mingo, y la bestia de don Quijote más flaca hoy que el primer día.
Con voz flaca y lánguida, pidió que la desembarazaran del abrigo, pues se moría de calor; Susana dió satisfacción seguidamente a su deseo, desató los lazos de la capota, que la ahorcaban, y aflojó el corsé, requisito indispensable cada vez que la señora volvía de la calle. Ella daba suspiritos de alivio, la cabeza desmayada sobre el respaldo del sillón, los ojos cerrados voluptuosamente.
Palabra del Dia
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