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Actualizado: 9 de junio de 2025
Los frailes, en general, al ser los inspectores locales de la enseñanza en provincias, y los dominicos, en particular, al monopolizar en sus manos los estudios todos de la juventud filipina, han contraido el compromiso, ante los ocho millones de habitantes, ante España y ante la humanidad, de la que nosotros formamos parte, de mejorar cada vez la semilla joven, moral y físicamente, para guiarla á su felicidad, crear un pueblo honrado, próspero, inteligente, virtuoso, noble y leal.
Yo proclamo mi sangre filipina, Y tengo la altivez del viejo roble. He heredado mi roja rebeldía De un valiente sultán invicto moro. Es mi sola heredad, y a fe mía, Yo la guardo como único tesoro... Alma presa de dolencia, Nunca encontrarás clemencia Si no te acudes a mí: Yo tu tristeza sentí, Alma presa de dolencia. Rosa de melancolía, Toda pasión y dulzura, ¿Quien te dará su alegría?
Sor Marcela intentó bajar valerosa, pero a los tres peldaños cogió miedo y viró para arriba. Su cara filipina se había puesto de color de mostaza inglesa. «¡Verás tú si bajo, infame diablo!» era su muletilla; pero ello es que no bajaba. Por una reja de la sacristía que da al patio, asomó la cara del sacristán, y poco después la de D. León Pintado.
Mas... escucha sus votos inmarchitos: Ni del tiempo los cursos infinitos, Ni el nuevo rumbo de tutela extraña. Extinguirán en tierra filipina La fe en tu amor, la fabla cervantina Ni este grito supremo: ¡Viva España! Nació en Manila en Abril de 1899. En San Juan de Letrán y en la Universidad de Santo Tomás, centros de enseñanza regidos por los frailes dominicos, se hizo bachiller y abogado.
Bachiller en 1912 y abogado en 1916, paró en militar, siendo ahora teniente del tercer regimiento de infantería de la división filipina al servicio de Norte América. En Ilo-Ilo dirigió "El Adalid". Fué luego redactor del "The Philippines National Weekly". Ha publicado en Manila, 1921, un volumen de versos: De mi jardín sinfónico.
¡Oh calor de la siesta filipina, calor de corazón, calor de fragua, en que hierve en la copa cristalina, con temblores estuosos, hasta el agua! Una suave molicie que alucina irrumpe en nuestra carne, y la cabeza, como agobiada de sopor, se inclina florecida de rosas de pereza. Hay como una decadencia en las pupilas húmedas de pasión; y mientras fiera la luz solar sobre las cosas arde,
Era mejor que la Comisión contemplara el problema filipino, al través de los incendios, al silvar de las balas y al trasluz de todas las pasiones desencadenadas, para que no pudiera formar ningún juicio exacto ni cabal de los términos propios y naturales de dicho problema. ¡Ah! era mejor, en fin, que la Comisión se retirara vencida de no haber obtenido la paz y me inculpara, á mí y á los demás filipinos; cuando yo y todo el pueblo filipino anhelábamos que esa paz, se hubiera hecho ayer, antes que hoy, pero paz digna y honrosa para Estados Unidos y la República Filipina, á fin de que fuera sincera y perpétua.
Tanto los sacerdotes regulares como los del clero secular confiesan que la masa del pueblo se halla aún sometida a la superstición heredada de los antepasados, la superstición que podría llamarse genuinamente filipina, la que proviene de las antiguas creencias en el nunu, el asuang y el anito y todos los espíritus de la antigua idolatría, anterior a la implantación del catolicismo por los misioneros españoles.
Con su bolo en las lides indómita guerrea y con su dulce flauta, cual ave que gorjea, celebra sus amores bajo un tibio pensil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hermanos en la idea: nuestra raza es divina ¡Es grande y sacrosanta el alma filipina! Digamos, pues, un himno por su gloria inmortal.
A fines del mes de Junio visité al almirante Dewey, quien después de cumplimentarme por los rápidos triunfos de la revolución filipina, me manifestó que los almirantes alemán y francés habíanle preguntado porqué consentía á los filipinos usar bandera no reconocida en sus embarcaciones, y que á semejante interpelación había él contestado que con su conocimiento y consentimiento usaban los filipinos dicha bandera; aparte de que por su valor y resolución en la guerra contra los españoles, merecían desde luego usar de dicho derecho.
Palabra del Dia
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