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Santa Teresa vivió muchos años sin encontrar quien pudiera guiarla como ella quería; yo, más débil, recibí más pronto amparo de Dios por mano de quien quisiera llamar mi padre y prefiere que no le llame si no hermano mío; , hermano mío, hermano muy querido, me complazco en llamárselo, aquí, ahora, segura del secreto, sin oídos profanos que entenderían las palabras con la impureza ruin que ellos llevarán dentro de , feliz yo mil veces que a la primera ocasión en que tuve idea de ser buena, hallé quien me ayudara a serlo. ¡Y cuánto tiempo tardé en entenderle del todo!

El cura dijo una misa por el alma de María. Ramón Pérez ató un lazo negro a su guitarra. Rosa Mística dijo a don Modesto: ¡Dios la haya perdonado! Bien dije yo que acabaría mal. Usted recordará que por más que procuraba yo guiarla a la derecha, ella siempre tiraba a la izquierda.

Ana, al oír aquello, cerraba los ojos para contener el llanto, y se juraba en silencio consagrarse a procurar la felicidad de aquel hombre a quien tanto debía, que tan grande se le mostraba, que prefería vivir cerca de ella para guiarla en el camino de la virtud, a ser obispo, cardenal, pontífice. «¡Y le calumniaban! ¡Y tenía enemigos! ¡Y había habido tiempo en que querían ponerle en ridículo, por que ella, Anita, seguía entregada a las vanidades del mundo, a pesar de ser hija de confesión de don Fermín! ¡Oh, ya verían, ya verían en adelante!».

No es necesario esforzarse mucho para que lo aborrezca, y si lo fuese, usted nos ayudaría a ello. Un hombre de corazón, un sacerdote, ¿quién mejor? Pues crea usted, duquesa, que ni el hombre de corazón ni el ministro de Dios podrían aliviarla el peso de su santa tarea. Los medios que tiene para guiarla bien son infinitos; pero usted, usted sola puede emplearlos.

Los frailes, en general, al ser los inspectores locales de la enseñanza en provincias, y los dominicos, en particular, al monopolizar en sus manos los estudios todos de la juventud filipina, han contraido el compromiso, ante los ocho millones de habitantes, ante España y ante la humanidad, de la que nosotros formamos parte, de mejorar cada vez la semilla joven, moral y físicamente, para guiarla á su felicidad, crear un pueblo honrado, próspero, inteligente, virtuoso, noble y leal.

El ama de gobierno la invitó á asomarse á uno de los balcones y le mostró allá sobre la meseta de la colina el pintoresco pueblecillo y medio oculto entre los árboles el camino que desde Entralgo llevaba á él. Aunque Regalado trató de acompañarla y guiarla, D.ª Beatriz se opuso resueltamente á ello.

He aquí, pues, lo que quiero pedir a usted: ¿Cree usted que su hermano y su amable señora consentirían en recoger y querer a mi huerfanita, en aconsejarla y guiarla en la elección de un marido y en reemplazar, en fin, a los padres que ha perdido? Respóndame usted con toda franqueza, amigo mío. A pesar de la emoción que me oprimía la garganta, respondí sin vacilar que aceptaría esa misión.