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Actualizado: 15 de junio de 2025
La razon general dejaria tambien de existir, los hombres no se entenderian; cada cual habria hecho sus experiencias; y como en todas ellas no habria nada necesario, nada que las enlazase entre sí, el conjunto de las observaciones de todos los hombres, no tendria ninguna unidad; serian las ciencias un campo de confusion donde el reinado del órden fuera del todo imposible.
¡Bicoca!... ¡Oh!, señor marino, ¿y quién le dice a usted que yo sería tan torpe que moviera ese buque por medio del viento? Usted no me conoce. Si supiera usted que tengo aquí una idea... Pero no quiero explicársela a ustedes, porque no me entenderían». Al llegar a este punto de su charla, D. José María dio tal tumbo que se quedó en cuatro pies. Pero ni por esas cerró el pico.
Todos pensarán, todos juzgarán, y sin duda que sus pensamientos serán preciosos, y sus fallos respetables; y sin embargo estos hombres no se entenderian unos á otros, si se hablasen los de profesiones diferentes; si trocais los papeles, será posible que de una sociedad de genios hagais una reunion de capacidades vulgares, que tal vez llegue á ser divertida con los disparates de insensatos.
En estos términos presenta en la primera edicion de su Crítica el discurso psicológico que se propone combatir; en la segunda edicion, queriendo ser mas claro, ó quizá mas obscuro, expresa el mismo raciocinio en otros términos. «Lo que no puede ser concebido sino como sujeto, no existe sino como sujeto, y por consiguiente es substancia; es así que el ser pensante, considerado simplemente como tal, no puede ser pensado sino como sujeto; luego no existe sino como tal, es decir, como substancia.» Preciso es confesar que si la psicología no tuviese expositores mas claros que Kant, y en sus demostraciones hubiese de emplear las formas de que se vale este filósofo en los pasajes que se acaban de ver, haria muy escasos prosélitos, por la sencilla razon de que pocos entenderian su lenguaje.
Santa Teresa vivió muchos años sin encontrar quien pudiera guiarla como ella quería; yo, más débil, recibí más pronto amparo de Dios por mano de quien quisiera llamar mi padre y prefiere que no le llame si no hermano mío; sí, hermano mío, hermano muy querido, me complazco en llamárselo, aquí, ahora, segura del secreto, sin oídos profanos que entenderían las palabras con la impureza ruin que ellos llevarán dentro de sí, feliz yo mil veces que a la primera ocasión en que tuve idea de ser buena, hallé quien me ayudara a serlo. ¡Y cuánto tiempo tardé en entenderle del todo!
Preveía su sufrimiento si descubría, demasiado tarde, que no se entenderían nunca sobre ciertas cuestiones, y que las cosas que ella consideraba más importantes, que tocaban a su corazón, lo dejaban indiferente, si no hostil.
Mucho de lo que dijo en el sermón era juicioso. Y si incurrió en exageraciones, bien sé yo por qué. La Reina Católica prohibiría sin duda la seda porque en su tiempo se entenderían las cosas de muy otra manera que en el día, y además porque la seda costaría entonces un ojo de la cara y arruinaría al país. En fin, yo no sé por qué prohibió la reina la seda. Acaso no sea verdad que la prohibiese.
Palabra del Dia
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