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Actualizado: 29 de junio de 2025
Señores dijo el anfitrión, al vernos vacilar acerca de nuestras respectivas colocaciones; exijo la mayor franqueza: en mi casa no se usan cumplimientos. ¡Ah, Fígaro! quiero que estés con toda comodidad; eres poeta, y además, estos señores, que saben nuestras íntimas relaciones, no se ofenderán si te prefiero; quítate el frac, no sea que le manches.
Por desgracia, el periodismo español está demasiado afrancesado en algunas materias; se descuida mucho lo nacional por las traducciones de futilezas parisienses; y no pocas veces hay que recordar á Fígaro, á propósito de ciertos traductores que no cuentan para su labor sino con «atrevimiento y diccionario, y algunos con el atrevimiento solo.» ¿Quereis tener alguna idea respeto de Madrid social?
Pues ha de haber Fígaro, sí, señor, por lo mismo ha de haber Fígaro, y ha de hablar de todo, absolutamente de todo. Diciendo esto llego a mi casa, me siento a mi bufete para tomar disposiciones. ¿Qué hace usted? le digo a mi escribiente, de mal humor.
Diga usted que hicieron bien, señor Fígaro: ¡éste escribe siempre con una intención! lo que ha mamado en sus libros... baste con decirle a usted que su madre se moría de risa al leerla, y yo lloraba de gozo... hubo que rehacerla... y por fin se logró que pasara la nueva. ¡Hola!
Sic itur ad astra, señor don Tomás. Aquí se arrojó don Cándido en mis brazos; y tomando la mano a Tomasito: Ya se ve que dice bien el señor; ¡llega, hijo mío le decía, y da las gracias a tu protector; ya lo ves, nada necesitas saber más de lo que sabes ya! ¡qué fortuna, señor Fígaro! ¡ya tiene hecha mi hijo su carrera!
Me llamo, pues, Fígaro; suelo hallarme en todas partes; tirando siempre de la manta y sacando a la luz del día defectillos leves de ignorantes y maliciosos; y por haber dado en la gracia de ser ingenuo y decir a todo trance mi sentir, me llaman por todas partes mordaz y satírico; todo porque no quiero imitar al vulgo de las gentes que, o no dicen lo que piensan, o piensan demasiado lo que dicen.
Señor Fígaro, ese plan será bueno; mas yo le encuentro el inconveniente de que si en un país en que tan poco prestigio tiene la literatura y los literatos, en vez de darnos honor unos a otros nos damos mutuamente en espectáculo, derribamos nosotros mismos nuestros altares, y nos hacemos el hazmerreír del público... y a mí me da vergüenza...
He aquí ya a Fígaro con licencia: no esa licencia tan temida, esa licencia-fantasma, esa licencia que nos ha de volver al despotismo, esa licencia que está detrás de todo, acechando siempre el instante, y el ministro, y el... No, sino licencia de imprimirse a sí mismo. Ya no falta más que imprenta. Corro a una... Aquí es imposible: no hay letra. Corro a otra.
Me entré de rondón a mi estancia, pero el cuerpo me siguió con un rumor sordo e interrumpido; una vez dentro los dos, su aliento desigual y sus movimientos violentos, apagaron la luz; una bocanada de aire colada por la puerta al abrir, me cerró la de mi habitación, y quedamos dentro casi a obscuras yo y mi criado, es decir, la verdad y Fígaro, aquélla en figura de hombre beodo arrimado a los pies de mi cama para no vacilar, y yo a su cabecera, buscando un fósforo que nos iluminase.
Señor me responde, estoy traduciendo, como me ha mandado usted, este monólogo de su tocayo de usted, en el Mariage de Figaro de Beaumarchais, para que sirva de epígrafe a la colección de sus artículos que va usted a publicar. ¿A ver cómo dice?
Palabra del Dia
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