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Actualizado: 7 de junio de 2025


Quiero creer que tiene corazón; pero, ¿qué uso hace de él? ¿No me ha dicho usted que tiene dos primas ese Querubín que aspira a convertirse en un don Juan? Pero olvido, citándole esos dos nombres, que quizás no conoce usted ni el uno ni el otro. ¿Le ha permitido ya su profesor de retórica leer a Beaumarchais y El Convidado de piedra?

Después, no queriendo salir de París, dedicóse al periodismo, y colaboró en Le Figaro casi diariamente, derrochando en notas breves, redactadas á vuela pluma y por estilo desenvuelto y brillante, el espíritu socarrón del inmortal barbero de Beaumarchais.

El coche había cruzado, mientras tanto, el bulevar Beaumarchais y el de Filles du Calvaire, y llegado al del Temple, sin que el viajero hubiera dirigido una sola mirada a las magnificencias que va presentando París a los ojos del que llega, a medida que se avanza hacia el bulevar des Italiens y el de Capucins, centro vertiginoso de la gran Babilonia y lupanar dorado y perfumado donde acuden a revolcarse, a costa de su oro, el vicio y la locura de los cuatro ángulos de la tierra.

Señor me responde, estoy traduciendo, como me ha mandado usted, este monólogo de su tocayo de usted, en el Mariage de Figaro de Beaumarchais, para que sirva de epígrafe a la colección de sus artículos que va usted a publicar. ¿A ver cómo dice?

Pero el barbero español no se parece á ningun otro barbero en ciertas cualidades. El viejo Fígaro no existe: es un tipo que las revoluciones han suprimido. Su sucesor en Madrid no tiene los recursos de intriga, ni las mil hábilidades, ni la literatura del héroe de Beaumarchais.

Su obra «Las primeras armas de Fígaro», estrenada por Déjazet, fué un éxito que le valió ser llamado «el nieto de Beaumarchais». Casi al mismo tiempo triunfaba en el teatro del Palacio Real con «Gentes nerviosas», y poco después robustecía su fama con «El señor Garat», y la lindísima comedia «Patas de mosca».

Montesquieu, que tenia todas las calidades brillantes de poeta, y que se estasiaba en leer á Ovidio, Montesquieu, el que encontró las tablas perdidas de los derechos del hombre, tambien ha escrito poesías. Beaumarchais, el autor del Barbero de Sevilla, fué un hábil negociante y un diplomático sagaz.

Hemos visitado la calle y bulevar de Montmartre, el de Beaumarchais, San Martin, Temple, Poisonnière, Italianos, Capuchinas y Magdalena.

En una de las travesías del boulevard de Beaumarchais, se ve un gran rótulo, donde se promete un menjuge para hacer salir el pelo á todo el mundo, con el bien entendido de que no se recibe paga alguna, hasta despues de haber obtenido el resultado. El objeto es que acuda gente; lo demás queda reservado á otro menjuge que sólo ellos conocen.

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