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Mi criado, soldado viejo, y por lo tanto acostumbrado a las largas marchas y al fastidio de las soledades, había procurado distraerse durante el día, ora cazando al paso, ora cantando, y no pocas veces hablando a solas, como si hubiese evocado los fantasmas de sus camaradas del regimiento.

El único fastidio, acaso, que para ha tenido esto, es recordar punto por punto lo que ha pasado. Confío en que mañana de noche concluya, con la cuarentena, esta historia, que mantiene fijos en los ojos de mi mujer y de mi madre, como si buscaran en mi expresión el primer indicio de enfermedad. #Marzo 10 # ¡Por fin!

Si quieres casarte decididamente, eres libre de ello, no soy un tirano. ¿Te pesarían las negativas con que has acogido las propuestas de matrimonio que se han sucedido en estos últimos días? No, no, tío, he abandonado por completo mis antiguas ideas; no quiero casarme. Estos desdichados partidos, aumentaban mi fastidio. Ya no podía oír hablar de matrimonio sin sentir deseos de llorar.

Iban todas a subir a la habitación de la abuelita, cuando sonó el timbre de calle y se anunció José Luis. ¿Y piensas recibirle así? dijo Carmen mirando a Laura de arriba abajo, sorprendida de su desaliño. Ella le respondió con un ligero gesto de fastidio. Pero , Adriana, mientras ellas suben con él, vendrás a conversar conmigo.

Tardaron algunos minutos en vencer la escalera, cuya tortuosidad igualaba a las oscuras revueltas de la conciencia de un asesino. Por decir algo durante el fastidio de tan penosa ascensión, Salvador preguntó a su compañera si era de la familia del Sr. Tablas. Es mi padre replicó la cojuela. Pues no lo parece dijo el caballero . El Sr.

Estos rumores llegaron á oídos de Roussel, que empezó por encolerizarse, pero después tomó el partido de reirse de ellos, contando con que la gente que le conociese no daría crédito á tan ridícula especie. Pero si la credulidad pública rechaza con fastidio lo que redunda en ventaja del prójimo, acepta con apresuramiento lo que viene en su perjuicio.

Como de costumbre dijo mi tía. El cura me miró con aire preocupado. No estaba contento de mi explicación; pensaba que algo anormal había pasado durante el día. Me aconsejó que me acostara sin pérdida de tiempo; y lo hice con toda diligencia. Estaba avergonzada de haberlos divertido con mi llanto; tanto más cuanto que yo misma no sabía por qué había llorado. ¿Fue de placer o de fastidio?

A las dos de la tarde, a la Cámara o al Senado. En la primera preside Gambetta, con su eterno espíritu chispeante, levantando un debate de los bajos fondos del fastidio como una palabra que trae sonrisas hasta a los labios legitimistas.

He oído decir que el carácter del señor Cané es tan jovial como bondadoso y franco: en su libro ha querido, sin duda, hacer gala de escepticismo, y deja entrever con mucha ¿demasiada? frecuencia, la nota siempre igual del eterno fastidio. Y, sin embargo, ¡qué amargo contrasentido encierra ese original deseo de aparecer fastidiado!

Luego hizo un gesto de fastidio. ¡Lagrimitas a él!... Pero no; lloraba de veras, con toda su alma, con quejidos de angustia y estremecimientos nerviosos que conmovían todo su cuerpo. Arrepentido de su brutalidad, dio orden al cochero de detener el carruaje. Estaba fuera de la Puerta de Hierro; no pasaba nadie en aquel momento por el camino. Trae agua... cualquier cosa. La señorita está enferma.