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Ben-Tovit se detenía entonces un instante para escucharlos; pero ponía luego cara de pocos amigos, hería iracundo el suelo con el pie y echaba a los niños; aunque era un hombre de buen corazón y aunque amaba a sus hijos, se enojaba con ellos, lleno de fastidio, al oír aquellas naderías.

Su buque está detenido en el puerto por una avería; debe usted quedarse un mes en tierra; encuentra en un viaje á una mujer que comete la tontería de acordarse de que le conoció en otros tiempos, y se dice: «Magnífica ocasión para entretener agradablemente el fastidio de la espera...» Si yo le creyese, si aceptase sus deseos, dentro de unas semanas, al quedar listo el buque, el héroe de mi amor, el paladín de mis ensueños, se haría al mar diciendo como último saludo: «¡Adiós, imbécil

A pocos pasos de ellos un señor grueso y miope leía su periódico, un grupo de mujeres charlaba y hacía labores. Una señora con peluca roja y dos perros alguna vecina que bajaba al jardín para dar aire á sus acompañantes pasó varias veces ante la amorosa pareja sonriendo discretamente. ¡Qué fastidio! gimió Margarita . ¡Qué mala idea haber venido á este lugar!

Así una noche, en el momento que se iba a acostar, percibió su oído alerta el ruido de las uñas enemigas, tratando de forzar el tejido de alambre. Con un gesto de fastidio descolgó la escopeta, y saliendo afuera vió una mancha blanca que avanzaba dentro del patio.

Durante los pocos días que pasó en Trembles, tal como sabía ser en sociedad, es decir, un compañero amable de agradabilísima conversación y aparte, alguna que otra salida de la ordinaria reserva, nada reveló hasta qué punto el fastidio dominaba en su espíritu.

Mira; apartémonos: quiero evitar el encuentro de ese que se dirige hacia nosotros: me encuentra en la calle y nunca me saluda; pero en sociedad es otra cosa: como es tan desairado estar de pie, sin hablar con nadie, aquí me habla siempre. Soy su amigo para los momentos de fastidio: también en el Prado se me suele agregar cuando no ha encontrado ningún amigo más íntimo. Esa es la sociedad.

Un día le comunicó que sus relaciones quedaban rotas. Fue una escena penosa. De pie, frente a Muñoz, muy seria, le tendía un manojo de cartas. Se negaba él a recibirlas, pero como Adriana permanecía implacable, lágrimas de amargura le vinieron a los ojos. Lejos de conmoverse, la fastidió más el llanto de Muñoz.

Paréceme que te fastidio dijo Rafael, después de algunos minutos de silencio, viendo bostezar a su prima. ¿Hasta ahora no lo habías echado de ver? respondió Rita. Esto es que deseas que me vaya. Ya se ve, ¡como Luis Barajas es tan celoso! ¡Celoso de ti! respondió su prima, lanzando una de sus carcajadas repentinas : tan celoso está de ti como del inglés gordo.

Las devoraba en seguida, se pasaba la mano por los ojos haciendo un gesto de resignación y de fastidio y se las enjugaba como hubiera hecho con una mancha repugnante. Por nada se sonrojaba como si hubiera sido sorprendida en la contemplación de una mala idea.

¡Qué contrariedad tan grande!... ¡Caramba!... ¿está seguro, José? , señor, si los guardó delante de ... estaban arriba de la mesa desde que ustedes vinieron. ¡Qué fastidio!... Bueno... vaya no más; ¿pero para qué los habrá guardado?... ¡qué tontera tan grande!... Realmente, Lorenzo, es como para sublevar... ¡como que yo también estoy por indignarme!...