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En mi larga carrera he contribuído á separar más de doscientas parejas que se adoraban y á los cuales sus padres han probado que no podían vivir juntos! Entonces, ¿me secundarás? ¿Puedes dudarlo? ¡Ah! eres un verdadero amigo.... Y sin embargo, no has parecido creerlo. Si hubieras entregado Herminia á mi hijo.... No volvamos á eso, interrumpió Clementina con fastidio; ya no es tiempo.

Preguntas que no tienen fin. «¿Os habéis educado juntos? ¿Tomásteis lecciones los dos con el abate Constantín? ¿Dentro de poco será capitán? ¿Y después? comandante. ¿Y después? coronel et cætera... et cætera...» ¡Ah, Juan, amigo mío, Juan, si quisieras realizar un lindo sueño!... Juan se fastidió, casi se enojó. Pablo quedó asombrado ante este acceso de brusca irritación. ¿Qué tienes?

Veíanse obligadas á una vida de harem; siempre mujeres con mujeres, viendo sólo al hombre en el preciso momento del deseo; y el hábil jesuíta se presentaba como un remedio á su tristeza, entretenía su fastidio con una devoción dulzona y afeminada, era el eunuco guardián, el verdadero amo, dirigiendo á su antojo al tropel de odaliscas cristianas.

Ardua es la qüestion, dixo Candido. Suscitó este razonamiento nuevas reflexîones; y coligió Martin que el destino del hombre era vivir en las convulsiones de las angustias, ó en el parasismo del fastidio.

las cuales no digo yo ahora, porque de la prolijidad se suele engendrar el fastidio; basta ver cómo don Gaiferos se descubre, y que por los ademanes alegres que Melisendra hace se nos da a entender que ella le ha conocido, y más ahora que veemos se descuelga del balcón, para ponerse en las ancas del caballo de su buen esposo.

Por la noche fuí al castillo, la señorita Laroque me acogió con ese aire de indolencia desdeñosa, de distracción sombría y de amargo fastidio que la caracteriza habitualmente, y que formaba entonces un singular contraste con la graciosa bondad y la festiva vivacidad de mi matinal compañera.

Mi difunto marido, el señor Liénard, era un hombre honrado, pero un compañero poco agradable; débil y a la vez duro de corazón, enfermizo y prematuramente viejo, me tenía encerrada sin quererlo en una atmósfera llena de melancolías y de fastidio.

Absorto en estas meditaciones, se encaminaba hacia la Magdalena. Un violento deseo de ver a María Teresa lo dominó de pronto; se detuvo al borde de la acera, levantó su bastón en ademán de llamar: un fiacre se aproximó. Se hizo conducir a casa de los Chanzelles esperando que la linda cara de su novia, disiparía el fastidio que esta conversación había dejado en su espíritu.

No; espero que no nos separaremos tan a deshora, y cuando parece probable que, siguiéndome, asistan ustedes a algún espectáculo que les haga más llevadero el fastidio de mis personales narraciones. Vamos, pues, y tengan en cuenta que nos acompaña el Sr. de Santorcaz, a quien llevan al país andaluz asuntos de familia.

Iba ésta con la cabeza baja, siguiendo el contorno de la valla, mugiendo como de fastidio por el tormento inútil. Seguíala el espada con la muleta en la mano, deseoso de acabar y temeroso de exponerse, y tras él toda la tropa de ayudantes moviendo sus capotes, como si quisieran convencer al animal con el flameo de los trapos para que doblara las piernas y se acostase.