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Actualizado: 24 de junio de 2025
Cisnes, patos y ánades bogaban, aquéllos con su acostumbrada fantástica suavidad, balanceando el largo cuello, éstos graznando desapaciblemente, todos con rumbo a la orilla apenas Lucía y Pilar se acercaban, en demanda de mendrugos de pan, que engullían atragantándose y alzando al aire la cola . La isleta y el pino que en ella crecía lanzaban a la superficie del estanque misteriosa sombra.
Un rayo de sol entraba en la habitación trazando un redondel de oro a los pies de la cama. Y de este modo se sucedían con una rapidez fantástica el día y la noche, como si se hubiese trastornado para siempre el curso del tiempo. Cuando no era así, la general revolución, en vez de marchar aceleradamente, se inmovilizaba en una monotonía desesperante.
Ya a la madrugada, en ese punto visionario y absurdo de los borrachos, en que el alcohol hace bailar a todas las cosas una zarabanda fantástica, habiendo sido reconocido por algunos, el poeta se vió obligado a recitar sus versos entre el ulular delirante del concurso y el ambiente plúmbeo, homicida, del antro.
La explicación que tuve con él, cuando él volvió de Madrid y yo le rechacé al ir él a abrazarme, fue horrible... horrible.... Sus infames disculpas, sus burlas cínicas cuando le arranqué la máscara, el desdén con que me dijo que yo no sabía vivir y que me había forjado del mundo una idea fantástica, y la insolencia con que acabó por calificarme de loca y de insensata, me han afirmado en mi decidido propósito de una eterna separación.
Un ligero perfume emanado de su ropa, un olor fino de jabón, flotaba aún en la habitación. Las mismas toallas de las cuales se había servido, todavía colgadas de la pared, formaban, al lado de la estufa de loza, una mancha blanca de fantástica apariencia.
Estas fueron las últimas palabras de la fantástica Francisca, que dijo que nos dejaba porque tenía que terminar sus visitas de primero de año. En cuanto se marchó, me levanté para despedirme de aquellas señoras, pero la de Ribert me detuvo. Esta Francisca es alarmante, muy alarmante... Su gana de casarse le turba el entendimiento dijo moviendo la cabeza con expresión meditabunda.
Así produje EL PARAÍSO DE LAS MUJERES. Esta historia fantástica, que se despega por completo de mis novelas anteriores, no ha nacido verdaderamente ahora, pues data de los tiempos de mi infancia. Desde que leí, siendo niño, los Viajes de Gulliver, el recuerdo de Liliput y sus pequeños habitantes se fijó para siempre en mi memoria.
Aceptó con gusto que Tchernoff consumiese estos recuerdos de la época en que vivía él luchando con su hijo. Después de saborear el vino de la avenida Víctor Hugo, sentía el ruso una locuacidad visionaria semejante á la de la noche en que evocó la fantástica cabalgada de los cuatro jinetes apocalípticos.
Era un crimen, pero un crimen verdadero, no como el de la barca de Trébol, pensar en otros hombres. Don Víctor era la muralla de la China de sus ensueños. Toda fantástica aparición que rebasara de aquellos cinco pies y varias pulgadas de hombre que tenía al lado, era un delito. Todo había concluido... sin haber empezado».
La solemne dulzura del ambiente se difundía en su alma, y su sentido creía respirar el perfume de las corolas innumerables abiertas abajo, entre las losas y desteñidas al par de los tallos por la fantástica ceniza de la luna. No se escuchaba el más leve murmullo. El sosiego era profundo, pero su espíritu no se sentía verdaderamente solo.
Palabra del Dia
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