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Actualizado: 11 de septiembre de 2025


En ese nuevo amor que la Condesa combatía con la previsión de la caducidad y más aún con la conciencia del mal, había grandes perspectivas de gozo, la mayor incitación a vivir; el mismo empeño con que ella se imponía su privación, demostraba su fuerza y además no existía una explícita confesión del intento del suicidio, y, por lo tanto, quedaba siempre la posibilidad de que, no habiéndose matado al principio, en el largo tiempo transcurrido desde que había conocido a Vérod, tampoco se hubiera dado la muerte al último, sino que hubiera sido asesinada por uno de los rusos: el asesino aprovechaba así la verosimilitud del suicidio y escaparía a la acusación.

La costurera no fue más explícita al día siguiente. La «posición brillante» de la familia de Juanito era una idea que se le había atravesado en el cerebro.

La moralidad del acto propiamente dicha, consiste en la conformidad explícita ó implícita de la voluntad criada con la voluntad divina; y esa perfeccion misteriosa que descubrimos en los actos morales, esa hermosura que nos encanta y atrae, no es otra cosa que la conformidad con la voluntad divina; el carácter absoluto que encontramos en la moralidad, es el amor explícito ó implícito de Dios; y por consiguiente un reflejo de la santidad infinita, ó del amor con que Dios se ama á mismo.

Cuatro años de separación la habían ido acostumbrando a vivir lejos de ella con sosiego. Cumplido este importante negocio, a París con la doncella, con la de marras. Un mes pasó allí. ¿Qué hizo? Contra su costumbre, está poco explícita la marquesa en este pasaje de sus Apuntes: acaso porque la materia no daba de para cosa mejor; quizás por todo lo contrario.

Como no tenía la menor idea de estas cosas y se aproxima la hora de emprender la marcha que le anuncié a usted en mi carta anterior, le pido la merced de una declaración explícita sobre lo indicado, para saber a qué atenerme antes de salir de aquí, o para no salir con ese rumbo, si hasta este sacrificio fuere necesario en bien de ustedes, y particularmente de mi encantadora prima».

Así, el aristocratismo sabio de Renán formula la más explícita condenación del principio fundamental de la democracia: la igualdad de derechos; cree a este principio irremisiblemente divorciado de todo posible dominio de la superioridad intelectual, y llega hasta a señalar en él, con una enérgica imagen, «las antípodas de las vías de Dios puesto que Dios no ha querido que todos viviesen en el mismo grado la vida del espíritu» . Estas paradojas injustas del maestro, complementadas por su famoso ideal de una oligarquía omnipotente de hombres sabios, son comparables a la reproducción exagerada y deformada, en el sueño, de un pensamiento real y fecundo que nos ha preocupado en la vigilia.

Socorrer al pobre, con la simple mira de aliviarle, con amor hácia el pobre, es un acto virtuoso; socorrerle con este amor, y con la reflexion explícita de que se cumple con un deber de humanidad, es todavía mas virtuoso; socorrerle con el pensamiento en Dios, viendo en el pobre á un hombre, imágen de Dios, y á quien Dios nos manda amar, es un acto todavía mas virtuoso: socorrerle, aun contra los impulsos del propio corazon, agriado quizás por un resentimiento, ó agitado por otras pasiones, y dominarse á mismo con una voluntad firme por amor de Dios; es ya un acto de virtud heróica.

Si faltaba en la carta una explícita alusión al desesperado propósito de su autora, tenía que parecer menos probable que nunca el que, una hora después, ésta se hubiera matado; pero ¿a cuál de los dos acusados se debía imputar el delito? ¿Se podía abrigar la esperanza de que la Condesa hubiera expresado en la carta el temor suscitado en ella por la amenazadora actitud de uno u otra? ¿No era más probable que la carta no fuese explícita en sentido alguno, y que, aun confirmando la angustia que embargaba a la infeliz, no anunciara la intención de ésta de morir?

Por ella terminaba allí mismo la amistad. Es fácil que volvamos á vernos dijo lacónicamente . Sólo las montañas no se encuentran. La joven había sido más explícita, nombrando el hotel de la ribera de Santa Lucía en que estaba alojada. De pie en el estribo del vagón, las vió alejarse, tal como las había visto aparecer en una calle de Pompeya.

El documento era una renuncia completa y explícita a toda intervención y a todo derecho que pudiera concederle la ley a la administración de los bienes de su mujer y al usufructo del caudal de su hijo, tan perfectamente detallada, meditada con tal prudencia, que la codicia y la rapacidad de Jacobo quedaban atadas de pies y manos con sólo poner allí la firma...

Palabra del Dia

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