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Actualizado: 9 de julio de 2025


Dimmesdale la tomó á su cargo, el principal consuelo terrenal de la buena señora consistía en ver á su pastor espiritual, ya de propósito deliberado, ya por casualidad, y sentir confortada el alma con una palabra que respirase las verdades consoladoras del Evangelio, y que saliendo de aquellos labios reverenciados, penetrase en su pobre pero atento oído.

Un hombre débil y grande, escribiendo con mano casi loca el evangelio de un sabio, decía de las pasiones mismas que hicieron su miseria, su oprobio y su genio: «Todas son buenas cuando uno las domina, todas son malas cuando uno se deja dominar por ellas.

A ellos debe y muy justamente su merecida representación en nuestro gran mundo. Con los apellidos de Rosalía ocurre lo que con los hombres del Evangelio: «Los últimos serán los primeros». Pero ello no quita para que los manes y cenizas de los primitivos Arregui y Pérez sientan cierto íntimo orgullo por su entronque con Cámpora y del Moral.

Gener, sin embargo, por lo que ya se prevé que va a ser su Evangelio de la vida, nos anuncia el imperio del amor en el mundo, siguiendo y adoptando las ideas de algunos extraviados discípulos del entusiasta y seráfico Padre San Francisco de Asís.

Vaya, ponte a ser honrada, que de menos nos hizo Dios... Oye lo que te digo, que es el Evangelio, chica, el puro Evangelio: Fortunata se detuvo ante su amiga, y esta la obligó a sentarse otra vez a su lado. «Nada, te casas... porque casarte es tu salvación. Si no, vas a andar de mano en mano hasta la consunción de los siglos. no seas boba; si quieres ser honrada, serlo, hija.

¿No es verdad, don Federico, que parece una sentencia del Evangelio? Si no son las mismas palabras respondió Stein , el espíritu es el mismo. Pero es que Paca tiene siempre las lágrimas pegadas a los ojos dijo Momo. ¿Acaso es malo llorar? preguntó la niña a su abuela. No, hija, al contrario; con lágrimas de compasión y de arrepentimiento, hace su diadema la Reina de los ángeles.

Cosa rara en una joven; gustaba de los libros serios y se perecía por los históricos. Había leído tres o cuatro veces la «Historia» de Alamán, y solía atreverse contra los juicios del célebre escritor, no sin gran disgusto de mi tía Pepa, para quien los dichos de don Lucas eran un evangelio. Discurría de historia patria con mucha donosura, sonriendo, sin fatuidades ni alardes de saber.

no eres carne fofa, carne que se aniquila en las borrascas... no llevas encima de la frente el Inri denigrante de los parias... Adora ese evangelio que te obliga a defender tus fueros con la espada, como te obliga a levantar un trono el inri denigrante de los parias...

Habían entrado en la finca algunos paisanos de los que bebían en el lagar, para seguir haciéndolo en compañía del excusador y Celesto. La tía Eugenia charlaba con la tabernera algo más lejos. Al cabo de un rato había estallado ya fuerte disputa metafísica entre don José y el seminarista, que los aldeanos escuchaban boquiabiertos. Versaba sobre la diferencia que existe entre la sustancia y el atributo, las cosas que existen per y las que sólo existen con relación a otras. Los campeones sostenían encendidos, encolerizados, sus opiniones, tomando como ejemplo para la defensa los objetos tangibles que tenían delante, el jarro, los vasos, los tenedores. Tanto se fue enredando la disputa y tan altas fueron las voces, que Andrés y sus amigos se acercaron. Y pasando de lo abstracto a lo concreto, llegaron a proferirse de la una y la otra parte palabras insultantes y feas. Por último, sonó una bofetada. Hubo datos al instante para creer que quien la había recibido era la mejilla izquierda de Celesto; el cual, lejos de presentar la derecha, como aconseja el Evangelio, se fue sobre el diminuto eclesiástico, iracundo y encrespado, y seguramente le hubiera causado algún grave desperfecto con sus manos sacrílegas a no haberle tenido Andrés y los paisanos. Con todo, mientras hacía inútiles esfuerzos por desasirse, anunciaba verbalmente su intención irrevocable de cortar las orejas al excusador.

Las sublimes palabras con que san Juan comienza su Evangelio, encierran, á mas de la verdad augusta enseñada por la inspiracion divina, doctrinas trascendentales que aun miradas bajo un punto de vista meramente filosófico, son de una importancia mayor de la que encontrarse pudiera en las palabras de ningun hombre.

Palabra del Dia

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