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Actualizado: 26 de junio de 2025
¡Tarlein! exclamó, daría mil escudos por contemplar mañana la cara de mi hermano Miguel cuando vea que somos dos. ¡Un par de Reyes, nada menos! Y sus alegres carcajadas resonaron de nuevo. Hablando seriamente dijo Tarlein, dudo que sea muy acertada la visita del señor Raséndil a Estrelsau en estos momentos. El Rey encendió un cigarrillo. ¿Y bien, Sarto? preguntó. No debe de ir gruñó el veterano.
Pero me quedaba todavía el deseo de ir al bosque y llegarme hasta la casilla del guarda; y cuando mi linda camarera me dijo que podía tomar el tren en otra estación, andando cosa de dos leguas a través del bosque, resolví enviar mi equipaje directamente a las señas que había dejado Juan, dar mi paseo y continuar después el viaje a Estrelsau.
El general Estrakenz murmuró Sarto, haciéndome saber así que me hallaba en presencia del más famoso veterano del ejército de Ruritania. Detrás del General se hallaba un hombrecillo que vestía amplio ropaje rojo y negro. El Canciller del Reino murmuró Sarto. El General me saludó con algunas leales palabras y en seguida me presentó las excusas del duque de Estrelsau.
Tras ellos se veía otra sección de la antigua fortaleza, y después de ésta, separada por un ancho y profundo foso que rodeaba también los antiguos edificios, hallábase una hermosa quinta moderna, mandada construir por el difunto Rey y que al presente era la residencia de campo del duque de Estrelsau.
Pero usted, Tarlein, ¿cree usted que el Duque no tiene ya elegido candidato al trono, el candidato de la mitad de los habitantes de Estrelsau? Tan cierto como hay Dios, Rodolfo pierde la corona si no se presenta hoy en la capital. Cuidado que yo conozco a Miguel el Negro. ¿No podríamos llevarlo nosotros mismos a la ciudad? pregunté. Bonita figura haría dijo Sarto con profundo desprecio.
¡Te obligaron a ello! dijo prontamente; y luego, alzando la frente y fijos sus ojos en los míos, añadió: Quizás hubiera sucedido lo mismo aun revelándome la verdad. ¡Porque mi amor eras siempre tú, no el Rey! Y levantándose, me dio un beso. Me proponía confesártelo todo dije. Iba a hacerlo la noche del baile, en Estrelsau, pero Sarto me interrumpió.
General, voy a ausentarme de Estrelsau por algunos días. Todas las noches le enviaré a usted un mensajero. Si durante tres días consecutivos no recibe usted noticias mías, publicará un decreto que dejaré en su poder, privando al Duque del Gobierno de Estrelsau y nombrándolo a usted en su lugar.
Era costumbre establecida que el jefe de la policía me enviase todas las tardes un informe sobre la situación en la capital y el estado de la opinión pública; documento que también contenía datos relativos a las personas que la policía tenía orden de vigilar. Desde mi llegada a Estrelsau, Sarto me leía el referido informe, comentando muchas noticias de interés que solía contener.
Por informes adquiridos entre las personas más allegadas a la princesa Flavia, se sabe que está muy ofendida por la indiferencia de Su Majestad. El pueblo habla ya de boda posible de Su Alteza con el duque de Estrelsau, proyecto que aumenta mucho la popularidad del Duque.
Se retiró a una habitación para leerlas a solas y al salir parecía aturdido. Estoy pronto dije, sintiéndome menos dispuesto que nunca a prolongar mi permanencia en Estrelsau. Tengo que extender un permiso para que podamos salir de la ciudad continuó Sarto, sentándose. Miguel es Gobernador de la plaza, como ustedes saben y hay que esperar que no nos faltarán obstáculos.
Palabra del Dia
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