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Actualizado: 2 de junio de 2025
Maltrana fue allá, y vio a su madre en una cama, con los pómulos enrojecidos, la piel ardorosa y los labios violáceos, exhalando el estertor de sus pulmones congestionados. El joven, recordando el dinero que aún guardaba en su casa, sintió cierto rubor al ver a su madre en aquella sala triste, de fría desnudez, junta con otros enfermos.
María de la Luz volvió a ocultar su cabeza entre los manos. Nunca: no hablaría: bastante llevaba dicho. Era un tormento superior a sus fuerzas. Si Fermín la quería un poco; debía respetar su silencio, dejarla en paz, que harto lo necesitaba. Y el estertor de sus lloros, rasgó de nuevo la calma del crepúsculo. Montenegro mostrábase tan desalentado como su hermana.
Pero la intensa risa que esto la producía desvanecióse al oír un cacareo angustioso, un estertor de muerte que salía de la cocina. Allá fueron ellas, y al entrar vieron a Nelet el cochero en mangas de camisa, con un cuchillo en la mano, ocupado, con la gravedad de un sacrificador, en abrirle el gañote a un robusto capón que sostenía Visanteta por las patas.
Después sonó el ruido de su cuerpo cayendo sobre la cama, y el estertor de su llanto fue haciéndose cada vez más ahogado. ¡Pobrecilla! dijo la vieja, a la que faltaba muy poco para llorar también . Es buena y está arrepentida de sus pecados. De haberla buscado su padre cuando la abandonó aquel tunante, menos vergüenza y miserias habría sufrido. ¿Y su salud?
El pobre Obispo apenas si se movía: únicamente su pecho continuaba agitándose con penoso estertor. Sus labios tomaban un tinte violáceo; sus ojos casi cerrados dejaban entrever un globo empañado ó inmóvil. Eran unos ojos que ya no miraban, y su morena carita parecía ennegrecida por misteriosa lobreguez, como si sobre ella proyectasen su sombra las alas de la muerte.
Los ojos mostraban las pupilas dilatadas, con una veladura mate, como si fuesen ojos de cadáver. Un sueño pesado, letárgico, se apoderó de ella. Maltrana creyó por un momento que había muerto, pero al aproximar el oído a sus labios se tranquilizó. Una débil respiración animaba con su estertor el cuerpo inmóvil.
Un sentimiento que no puedo definir. Y así era. El dulce estertor de la naturaleza bajo el beso primaveral, aquel intenso perfume de la flor emblema de la virginidad, la transfiguraba.
Sonaban penosos ronquidos, respiraciones jadeantes, cortando con su estertor animal el augusto silencio de la tarde. Parecía recogerse el mar, adormecido igualmente, sin otro rumor que el del roce de sus espumas en los flancos del navío. Un crujir de pasos sobre la madera hacía entreabrir algunos ojos, que tornaban a cerrarse apenas se alejaba el paseante importuno.
Hallábame ya á más de un tiro de piedra de la choza, cuando oí detrás de mi precipitado y pesado paso; al mismo tiempo, un resuello gutural, casi un estertor, salía de aquel ser que me perseguía y me daba alcance. Volvíme y ví una pobre cretina, cuya papera, bazuqueada por la carrera, oscilaba pesadamente de uno á otro hombro.
Cansados de buscar, regresamos a la estancia, y al traspasar el umbral, la tos que el misterioso personaje padecía, aumentó de tal manera que oímos claramente que se ahogaba; esa horrible tos degeneró en ronquido, en estertor, y repentinamente se oyeron maullar, chillar horriblemente, en todas las disonancias imaginables, un crecido número de gatos.
Palabra del Dia
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