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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Un problema negro, pavoroso se alzó delante de él. Clara. ¿Por qué había recibido la visita del marquesito? ¿Por qué se la había ocultado? Mucho menos que esto necesitaba su espíritu caviloso para lanzarse a todas las sospechas, a las hipótesis más graves. El corazón comenzó a palpitarle fuertemente, las sienes le latían como si su cabeza fuese a estallar: emprendió la carrera hacia su casa.
No había quien no se aturdiese bajo la oquedad de aquella puerta, donde los gañanes se complacían en hacer estallar sus alaridos, y los cencerros pastoriles resonaban como esquilones.
No hay tal media legua de altura, lo que no permitiría la formación del río inferior por la evaporación completa de las aguas. No hay tal ruido que se perciba desde siete leguas, porque, en ese caso, la proximidad inmediata del Salto haría estallar todo tímpano humano.
Este conducía el asunto con mucha más calma, lo enredaba con habilidad desesperante, aprovechándose de la violencia que ella mostraba para hacerla aparecer a los ojos de la sociedad como ambiciosa y desnaturalizada. Esto no obstaba para que entre sus íntimos soltase de vez en cuando alguna de sus frases burlonas y cínicas, que al llegar a oídos de ella la hacían estallar de furor.
El sol caldeaba el huerto, haciendo estallar las cortezas de los árboles; en las tibias madrugadas sudaba al trabajar, como si fuese mediodía, y a pesar de esto, la Borda cada vez más delgada y tosiendo más. Parecía que el color y la vida que faltaban en su rostro se lo arrebataban las flores, a las que besaba con inexplicable tristeza. Nadie pensó en llamar al médico. ¿Para qué?
El viejo pastor la sostuvo sin pestañear. El pintor se emparejó con la dama exclamando con risita irónica: ¡Parece que Eumeo sigue aborreciendo como antes a los pretendientes! Elena no dijo nada y siguió caminando con paso vivo hacia la casa. Una cólera sorda rugía dentro de su pecho y tenía miedo de dejarla estallar donde pudieran verla.
Sus ojos pequeños y penetrantes miraban a todos lados con la esperanza de encontrar un descuido, algo que contraviniese las reglas establecidas, para estallar en gritos y amenazas que diesen salida al mal humor y a la ira reconcentrada que fruncían su entrecejo.
Iba a estallar su furibunda cólera; pero aún era mayor el caudal de su prudencia que el caudal de su enojo...; se contuvo y cerró otra vez los ojos, ya que no podía cerrar los oídos. Después siguió el mancebo me preguntaron si mis hermanas usaban navaja, si tocaban la guitarra, si iban a los toros y si yo era familiar de la Inquisición. ¡Cómo se reían aquellos condenados!
Entonces repuso la señorita, irá usted en la americana. Al mismo tiempo dirigió por primera vez sus ojos hacia mí, y lanzándome una mirada en que vi estallar el rayo: Señor Odiot dijo con una voz breve de mandato, vaya á decir que preparen el carruaje.
La pasión, que ahora halagaba con su nueva vida, vencedora, próxima a estallar, le sugería sofisma tras sofisma para encontrar repugnante, odiosa, criminal la conducta del Provisor, y noble y caballeresca la de Mesía.
Palabra del Dia
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