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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pasaba esta escena en el comedor, donde los dos esposos almorzaban en compañía de María Valdivieso, Celestino Reguera y Gorito Sardona, cuya flamante corbata azul indicaba ser aquel día el mico de guardia.
El idilio se acentuaba cada día, hasta el punto de que la madre de Barbarita, disimulando su satisfacción, decía a esta: «Pero, hija, vais a dejar tamañitos a los Amantes de Teruel». Los esposos salían a paseo juntos todas las tardes. Jamás se ha visto a D. Baldomero II en un teatro sin tener al lado a su mujer. Cada día, cada mes y cada año, eran más tórtolos, y se querían y estimaban más.
Sin él hubiéramos vivido juntos, hubiéramos sido humanamente amantes y esposos, y ni yo hubiera caído, ni Proclo hubiera llegado a ser, con lamentable precocidad, y quedándose pobre, un vejestorio tan incapaz, y tan feo. ATENAIS. Tu propósito era difícil. No extraño que no hayas podido cumplirle. El temple de alma de la emperatriz Pulqueria es rarísimo.
Por no dar que murmurar, o por asegurarse mejor de su persona, o quizá por un vago temor de que pudiera curarse, los esposos Osorio no le enviaron a un manicomio: tuviéronle guardado en casa. Salabert se había convertido en niño. No se preocupaba ya de otra cosa que del alimento. Hablaba poco.
Así en mi corazon, de amor fecundo, Ha brotado en un dia una flor pura, Y esa flor de rarísima hermosura Es por tí mi simpática amistad. Por qué llorais, esposos, la prematura muerte De las criaturas bellas, frutos de vuestro amor, Cuando al morir cambiaron perecedera suerte Por la que goza el ángel en torno del Señor.
Por último, don Pedro atracó de tal suerte a Currito, y le hizo brindar tantas veces por la felicidad de los nuevos esposos, que el mulero Dientes tuvo que llevarle a su casa a dormir la mona, terciado en una borrica como un pellejo de vino. El baile duró hasta las tres de la madrugada; pero los novios se eclipsaron discretamente antes de las once y se fueron a casa de Pepita.
En el pasillo se oyó la voz de la chula que decía dirigiéndose al mozo: Chico, traiga usted un poco de agua y vinagre. Los esposos quedaron solos. Se miraron uno a otro con asombro, y ambos a la vez soltaron la carcajada. Me parece dijo Mario cuando hubo sosegado la risa que D. Laureano ha infundido demasiada vida a esa chica.
Doña Lupe trajo luz, y mirando a los esposos con sus ojos encandilados por el vivo resplandor de la llama de petróleo, dijo, sin duda por animar a Maxi con una broma: «¿Ya estáis haciendo los tortolitos?... Más cuenta te tiene comer. ¿Quieres que esta coma aquí contigo?». Sí, sí, yo comeré aquí dijo la esposa prontamente . Y él comerá también, ¿verdad, hijo? ¿Verdad que comerás con tu mujer?
Yo no sé si los jóvenes esposos llegaron hasta el final de la Odisea, pero don Diego había encontrado el medio de despertar el interés de su mujer, y esto era mucho. Germana adquirió la costumbre de oírle leer y de encontrarse bien en su compañía y no tardó en ver en él un espíritu superior.
Oye también y sé testigo, ¡oh Agni, del solemne juramento de amor y de fidelidad, que van a pronunciar ambos esposos! Morsamor y Urbási, en efecto, extendidas las manos sobre el ara y cerca del fuego prestaron el juramento debido. Así terminó el acto religioso.
Palabra del Dia
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