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Actualizado: 1 de junio de 2025
Al día siguiente, fué doña Paula acompañada de Pablo. Halló a los esposos muy propicios a dejar aquel nido escondido y trasladarse a la villa; como se efectuó en la misma semana. Cecilia salió a recibirlos a la puerta de la calle y abrazó y besó a su hermana con efusión. A Gonzalo, le tendió la mano, que por un esfuerzo soberano de la voluntad, no tembló.
Y tomando la acción donde el novelista la había dejado, que era siempre en el acto de celebrarse las bodas de los atribulados amantes, la proseguía en su imaginación fingiéndose con todos sus pormenores la vida venturosa que los esposos llevarían rodeados de sus hijos y recorriendo con las manos enlazadas los sitios donde tan frecuentemente habían caído sus lágrimas.
Mientras tanto, los jóvenes esposos se buscaban, se encontraban bien cuando estaban juntos y daban las gracias desde el fondo de su corazón a los que les impedían estar solos. El círculo de amigos que se sentaban alrededor de ellos, abrigaba su amor, como los grandes obreros que rodean los vergeles de Normandía protegen la floración de los manzanos.
Tolerábase entre ellos la poligamia, y no habia sumision recíproca entre los esposos, los que se desuinan, cada cual á su antojo, bajo el pretesto mas fútil, y muchas veces por formar otros lazos. La muger adúltera era castigada entre tanto, no solamente por su marido, sino tambien por todos sus deudos ¡tan grande era la veneracion que se tenia por la pureza de costumbres!
El autor debe decir, que tal maña se dió Quevedo, que curó á los dos esposos completamente, á él del recuerdo de Dorotea, á ella de sus celos. Atemos los últimos cabos. Don Rodrigo Calderón sanó al fin de su herida, y como era necesario al duque de Lerma, éste se guardó muy bien de mostrarse enojado con don Rodrigo.
El joven se puso la daga y la espada en el talabarte, y dió las gracias al alcaide. Perdonad, caballero dijo el alcaide al ver que los dos esposos seguían hacia la puerta ; pero quisiera que antes de salir miráseis esta cuentecita. Y presentó un papel á don Juan.
Á lo largo de la carrera, que habían de andar los augustos esposos, desde la puerta de la Macarena hasta la catedral, se levantaron diversos tablados, en los cuales imágenes animadas figuraban el poder y las virtudes del emperador.
Y mientras los esposos hablaban de sus preparativos para emprender al día siguiente un viaje que en realidad, era una fuga, Robledo, puestos sus ojos en ella, se dijo mentalmente: «¡Qué disparate acabo de hacer!... ¡Qué terrible regalo voy á llevar á los que viven allá lejos, duramente... pero en paz!»
La visita se realizaba comúnmente en lo alto de la torre truncada, bajo un cobertizo de tejas, reclinado cada cual sobre las tablas de una zahurda, donde los esposos criaban una media docena de cerdos, negros como la pez.
Observando con malicia, los esposos notaron que Relimpio salía y entraba con frecuencia, como si trajera y llevara recados, y que padrino y ahijada cambiaban recatadamente palabras breves y cautelosas.
Palabra del Dia
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